El nacimiento de la anestesia moderna y William Thomas Morton

Desde épocas inmemoriales se ha buscado la forma de evitar el dolor durante las cirugías, en los partos o los dolores causados por algunas enfermedades. Los asirios usaban un método peligroso, que consistía en comprimir la carótida a nivel del cuello para crear una isquemia que llevara a un estado comatoso. En Mesopotamia se utilizaban algunos narcóticos vegetales, como la adormidera, la mandrágora y el cannabis (hachís), que procedían de la India o de Persia.

El uso del opio, que se conocía desde mucho antes, fue pasando de los sumerios a los asirios, a los babilonios, a los egipcios y, de allí, al resto del mundo por el Mediterráneo. Ya Hipócrates, por el 460 a. C., mencionó sus efectos narcóticos. Sin embargo, la adicción y la euforia causaban grandes problemas. En 1680, el inglés Thomas Sydenham hizo un preparado de opio, cereza, vino y hierbas, denominado “láudano de Sydenham”, muy usado para múltiples malestares.

El “gas hilarante” (o de la risa) y el éter

En 1772 se descubrió el óxido nitroso. En 1798 Sir Humphry Davy describió que este hacía reír, por lo que lo llamó “gas hilarante”, que además podía eliminar el dolor físico y ser utilizado en cirugías.

Mucho antes, a fines del siglo XIII, en Mallorca, Ramón Llull, alquimista, polifacético y visionario, obtuvo un líquido volátil al que llamó vitriolo dulce. En el siglo XVI, Paracelso en Suiza notó que este dormía a algunos animales, que al inhalarlo no sentían dolor. Ninguno de ellos lo usó en humanos. En 1740, el alemán Frobenius lo denominó éter.

Experiencias en el década de 1840

En 1842, el Dr. Crawford Long extirpó sin dolor un tumor de la nuca a un paciente usando una toalla embebida en éter. Él trabajaba en una zona rural de Georgia y lo publicó recién años después, en 1849.

El mismo 1842, un estudiante de Medicina, William Clarke, ayudó a extraer una muela a una amiga usando una toalla con éter. Su mentor, el Profesor Moore, lo desalentó de continuar esos experimentos.

A fines de 1844, Horace Wells, un odontólogo de Connecticut observó cómo una persona que estaba bajo la influencia de óxido nitroso –el ya mencionado “gas hilarante”– se había hecho unas heridas pero no sentía dolores. Esto lo llevó a probarlo en sí mismo extrayéndose una muela, con la ayuda de su asistente. Como no sintió dolor, buscó demostrar este hecho en el Massachusetts General Hospital. La presentación fracasó, el paciente se movió, se quejó y Wells hizo el ridículo.

Un año y medio después, surgió la figura de William Thomas Morton, a quien se suele atribuir el mérito de instaurar la anestesia en cirugía.

Morton era hijo de un granjero. Había empezado a estudiar Odontología, carrera que abandonó para estudiar Medicina en Harvard, lo que no culminó pasando a estudiar cirugía maxilar en Baltimore. De allí fue a Connecticut a continuar sus estudios bajo la tutoría del mismo Horace Wells. Se dedicó a las prótesis dentales y a extirpar raíces dentarias. Los pacientes le pedían un tratamiento sin dolor y él probó sin éxito con vino, licores y opio (láudano). Él siguió los consejos de su profesor Charles Jackson e hizo pruebas con éter, lo que a su vez había sugerido Faraday en 1818. En esa época, el éter y el óxido nitroso eran usados por estudiantes por placer y para tener experiencias de intoxicación. Experimentó en animales y luego lo usó para extraer una muela a un paciente, quien no sintió ningún dolor. Luego diseñó la primera máquina de anestesia con un globo de vidrio que contenía una esponja embebida en éter. El paciente aspiraba el vapor de éter que se dejaba salir del globo de vidrio y así se le ponía en estado de intoxicación para que no sintiera dolor.

Morton pidió al cirujano del Massachusetts General Hospital, Dr. Warren, hacer una demostración. Así se hizo, y se extirpó un tumor del cuello de un paciente sin que hubiera dolor. Warren, entusiasmado, exclamó: “¡Señores, esto no es un truco!”. Este episodio se considera como el nacimiento de la anestesiología moderna. La sala donde se hizo esa presentación, el “ether dome”, se conserva aún como un monumento histórico.

Qué ocurrió después

Al inicio, Morton se dedicó a dar anestesia y ocultó el tipo de gas que usaba, que él llamó “letheon”, para obtener provecho de la patente. Así, al día siguiente, el urólogo del hospital operó un tumor a un paciente con éter y poco después se amputó la pierna a una mujer. Pronto fue obligado por su auditorio a revelar el secreto. También fue convencido para permitir su uso en el Massachusetts General Hospital. Él fracasó en su intento de obtener una patente pero pidió una recompensa al Congreso, ya que se había ofrecido un premio a quien descubriera un método para operar sin dolor. Pero pronto hubo otros candidatos como Wells, Long y el propio Jackson.

Wells solicitó que se le reconociera como el iniciador dos años antes con el óxido nitroso. Jackson reclamó que él sugirió a Morton utilizar éter y trató de desacreditarlo a como diera lugar. En 1854, Long pidió al Senado reconocer que él fue el primero en administrar anestesia con éter. La Academia de Ciencias de París le dio a Wells el mérito, con el disgusto de Morton y de Jackson. La Cámara de Representantes de los Estados Unidos le dio el crédito a Morton, pero el Senado no la aprobó.

Así, hubo más de 20 años de litigios entre ellos, que fueron impulsados, sobre todo, por Jackson, tal vez quien menos mérito había tenido en esto. Morton nunca recibió las regalías que esperaba, y los costos del litigio lo arruinaron y lo llevaron a la bancarrota. Su situación económica mejoró algo al recibir algunas cantidades considerables por parte de hospitales y colegas, pero falleció siendo relativamente pobre. A pesar de ello, fue una persona alegre y optimista y no mostró resentimientos personales. A los 49 años de edad, empobrecido y afligido, falleció Morton por un accidente vascular cerebral. En 1848, Wells se suicidó. Jackson falleció de demencia en un asilo en 1880. Long murió de un síncope masivo en 1979, luego de ayudar en un parto; él fue la única persona ligada a la disputa por el éter que no cayó en la ruina.

Después de 1846

El empleo del éter se difundió rápido alrededor del mundo. El mismo año ya se estaba usando anestesia en Londres, en París y en otras capitales europeas. A pesar de la introducción de otros anestésicos inhalatorios (eteno, ciclopropano), el éter ha seguido siendo el estándar de anestesia hasta principios de 1960. Fue reemplazado luego por otros agentes potentes y no inflamables como el halotano, el enfluorano y el isofluorano y, en la década de 1990, por el sevofluorano y el más reciente desfluorano.

Comentario

Morton fue el primero en demostrar públicamente la utilidad de la anestesia. Está claro que él no la inventó ni la descubrió, ni fue el primero en aprovechar el efecto narcótico del éter para detener el dolor en las intervenciones quirúrgicas. Algunas ambiciones y debilidades hicieron que este descubrimiento conllevara disputas que perjudicaron a todos los involucrados. Afortunadamente, el empleo de estas sustancias no se detuvo y pudo beneficiar a millones de personas.

Bibliografía

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