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LA TORRE DE MARFIL Napoleón y su barriga
Napoleón Bonaparte (1769-1821) fue casi todo y todo le ocurrió muy rápido. Soldado, teniente artillero, general de los ejércitos de la República Francesa, Cónsul, Primer Cónsul, Cónsul Vitalicio, Rey de Italia, Emperador de los franceses, general invencible, general derrotado y un pobre exiliado en una isla perdida en el océano. Si alguien ha vivido alguna vez una novela, ese fue el señor Bonaparte. Fue francés por pura casualidad, pues Córcega, la isla mediterránea donde vino al mundo, perteneció a Genova hasta unos meses antes de su nacimiento. Tampoco era tan pobre como se ha contado, pues su familia pertenecía a la nobleza corsa y su padre practicaba la abogacía y estaba bastante bien conectado.
Su vida y su legado han llenado millones de páginas -probablemente sea el personaje mas biografiado de la historia-, y por lo menos siete películas nos cuentan su vida; incluyendo la dirigida por Abel Gance, que se suele considerar como una de las diez mejores cintas realizadas en la historia del cine. Las cinco botellas de Cognac Napoleon, cosecha de 1802, que se sabe existen, valen miles de dólares. ¡No en balde los locos internados en los manicomios lo han convertido en su personaje favorito!
Pero hablemos de la causa de su muerte y un cuadro famoso. Las causas directas de su muerte, acaecida en la isla de Santa Helena, a los 51 años de edad, ha sido motivo de largas disquisiciones históricas y médicas. Durante mucho tiempo hubo pocas dudas de que su deceso fue provocado por un cáncer de estómago -enfermedad que también había sufrido su padre Carlo-, pero el análisis químico de un mechón de su cabello, guardado como reliquia, demostró una alta concentración de arsénico.
¿Y el cuadro? Las dos versiones del retrato de grandes dimensiones pintadas por Jacques-Louis David en 1812, que muestran al Emperador con su mano derecha sobre el vientre y por dentro del chaleco, se han considerado como prueba de que padecía dolores estomacales. Estamos hablando de nueve años antes del fallecimiento; demasiado tiempo para que una tumoración maligna sea ya sintomática. Para nosotros, se trata simplemente de la expresión de un hombre muy poderoso, que palpa con orgullo y complacencia su barriga.