¿Quedaremos cardiólogos en Puerto Rico?
Uno de los datos que más me ha impactado en las recientes conferencias a las que he asistido es que en el 75% de los municipios de Puerto Rico no hay un cardiólogo. Más impactante aun es que la posibilidad que esta disparidad de población a especialistas mejore es casi nula. Y si no hay cambios, esta brecha de servicio se va acentuar aún más. Según CMS, al establecer los criterios para los servicios de planes advantage se exigía que por lo menos hubiese un cardiólogo viviendo a 30 minutos y a 30 millas de distancia por cada 4347 habitantes de más de 65 años. En Puerto Rico, sin tomar en cuenta el criterio tiempo/distancia, hay ahora un cardiólogo por cada 5463 habitantes mayores de 65 años. En términos de población, hay 48 cardiólogos por cada 100 000 habitantes mayores de 65 años en los Estados Unidos, mientras que en Puerto Rico somos 18 cardiólogos por cada 100 000 habitantes mayores de 65 años. Somos una población que está envejeciendo; así, entre el año 2000 y el 2012, el promedio de edad en Puerto Rico aumentó de 32 a 37 años. La población mayor de 65 años representa actualmente en Puerto Rico uno de cada seis habitantes, mientras que en los Estados Unidos es uno de cada ocho habitantes, proyectándose a que sea uno de cada cinco para el año 2030.Ante esta inminente crisis de salud es sorprendente que no haya una plataforma del Gobierno para buscar una solución a este problema relacionado con la primera causa de muerte en Puerto Rico. Sería razonable pensar que debiera ser una prioridad del Gobierno retener y fomentar el crecimiento de la población de los médicos mejor entrenados para poder prevenir y tratar la enfermedad cardiovascular.
¿Cómo podremos mantener y sostener el número de cardiólogos necesarios para cuidar adecuadamente a nuestra población, tanto ahora como en el futuro? La tarea se presenta cuesta arriba por múltiples factores.
Los programas de entrenamiento en Puerto Rico para la formación de nuevos cardiólogos se redujeron de 4 a 2; a pesar de que la Universidad de Puerto Rico y el Hospital de Veteranos aumentaron las plazas de Cardiología en estos últimos dos años, el promedio de cardiólogos que se gradúa es de 5 a 6.
En términos de retención de estos cardiólogos, el problema es aún más complejo. A pesar de tener cardiólogos entrenados y certificados en las tres subespecialidades de Cardiología, no contamos en Puerto Rico con un programa para ofrecerles a nuestros jóvenes cardiólogos el entrenamiento adicional en estas subespecialidades.
Otro escollo a tomar en cuenta es la disparidad de sueldos ofrecidos en los Estados Unidos, las condiciones socioeconómicas y de infraestructura en Puerto Rico, así como la resistencia de los hospitales locales y de los planes médicos para implementar y remunerar las tecnologías y procedimientos traídos por los jóvenes profesionales a Puerto Rico. Más aún, la frustración puede surgir cuando, al graduarse, se les niega a nuestros jóvenes cardiólogos números de proveedores por planes médicos y se les presiona para que acepten contratos desventajosos y a veces “leoninos” con los que apenas pueden sostener sus prácticas.
Al momento, en cardiología hay una brecha generacional: los cardiólogos que se graduaron hace 20 años comenzaron sus prácticas con remuneraciones más altas y overheads más bajos, mientras que los graduados recientemente ven su overhead aumentar y sus ingresos disminuir. Un factor de suma importancia es lo desfasado del “modelo de negocio” que se sostiene en las prácticas de Cardiología y para las cuales se debe buscar alternativas entre los cardiólogos, los hospitales, los planes médicos y el Gobierno de Puerto Rico.