La salud del cuerpo y del alma
Iba a iniciar esta columna cuando llegó a mis manos una copia de un mensaje que por su sencillez e importancia deseo transcribir. Son unas palabras que, si bien tienen la firma de un líder religioso –el Papa Francisco–, tienen vigencia y valor para todas las personas independientemente de sus creencias personales o de su confesión. Lo transcribo a continuación:
“No existe familia perfecta. No tenemos padres perfectos, no somos perfectos, no nos casamos con una persona perfecta ni tenemos hijos perfectos. Tenemos quejas de unos a otros. Nos decepcionamos los unos a los otros. Por lo tanto, no existe un matrimonio saludable ni familia saludable sin el ejercicio del perdón. El perdón es vital para nuestra salud emocional y sobrevivencia espiritual. Sin perdón la familia se convierte en un escenario de conflictos y un bastión de agravios. Sin el perdón la familia se enferma. El perdón es la esterilización del alma, la limpieza de la mente y la liberación del corazón. Quien no perdona no tiene paz del alma ni comunión con Dios. El dolor es un veneno que intoxica y mata. Guardar una herida del corazón es un gesto autodestructivo. Es autofagia. Quien no perdona enferma físicamente, emocionalmente y espiritualmente. Es por eso que la familia tiene que ser un lugar de vida y no de muerte, territorio de curación y no de enfermedad; etapa de perdón y no de culpa. El perdón trae alegría donde un dolor produjo tristeza; y curación donde el dolor ha causado enfermedad”.
Los avances en medicina llevan también a esfuerzos continuos para clasificar las enfermedades. Pero aún hay muchas cuyo origen o factor desencadenante no está claro. Uno de estos retos se da más allá de la salud mental, en el campo de las “enfermedades del alma”, las cuales aún no se incorporan a las clasificaciones. Estas enfermedades pueden llevar a conflictos entre individuos, familias, grupos, pueblos o naciones, en algunos casos con consecuencias funestas y causando daños inconmensurables. Esto lleva inclusive a recordar la importancia que tenía aquel médico que visitaba a las familias y conocía sus miembros, que no solo ayudaba en problemas rutinarios de salud sino que cumplía también un rol preventivo en favor del bienestar del grupo. En todo caso, con los cambios y retos actuales –no solo en la medicina sino en la sociedad en general– el mensaje transcrito tiene mucha vigencia.
En este nuevo número de Galenus hay, como siempre, artículos preparados por destacados especialistas que comparten sus conocimientos o los últimos avances en sus campos, en otros se informa del quehacer actual y en algunos se da una mirada hacia atrás para recordar que bastante de lo que tenemos hoy requirió grandes esfuerzos, creatividad y mucha voluntad; todo preparado con el criterio que guía a esta publicación, de compartir para progresar.
¡Saludos, amigos!