Home / Galenus 055 / Lexíco Médico / Epónimos en Medicina

Epónimos en Medicina

Félix J. Fojo, MD

Félix J. Fojo, MD
felixfojo@gmail.com
ffojo@homeorthopedics.com

Todos sabemos lo que son la enfermedad de Alzheimer, la parálisis de Bell, el efecto Doppler o el reflejo de Babinsky. Pues bien, Alzheimer, Bell, Doppler y Babinsky, además de cuatro apellidos ilustres, son también epónimos.

Epónimo viene del griego eponymos que significa “nombrado después”. En medicina un epónimo sería la enfermedad, estructura, reflejo nervioso, tipo de cirugía o técnica en general cuyo nombre proviene del de la persona que lo descubrió o describió por primera vez. También puede referirse a un paciente, un sitio, un hecho histórico o un personaje ficticio (generalmente literario, como en el síndrome de Pickwick).

Los epónimos son una parte fundamental del lenguaje y de la cultura histórica de los médicos y sería un rasgo de elevado interés conocer la fuente. Es habitual que al conocer la historia del epónimo ya no olvidemos el hecho (enfermedad, etc.) al que da nombre.

En el lenguaje popular no médico son habituales los epónimos: ¿quién no sabe lo que es una voz de Pavarotti, un Casanova (individuo seductor), la pasteurización de la leche, el calendario gregoriano o unas caderas a lo J. Lo?

A veces los epónimos difieren de unos países a otros, un hecho que dificulta su empleo y causa confusiones. Esto ha llevado a algunos a pensar en su eliminación, pero también la eliminación del epónimo puede ser motivo de conflicto. Eliminar el epónimo en la enfermedad de Cushing, o en el nodo de Aschoff-Tawara, Epónimos en Medicina por ejemplo, puede crear una gran confusión, sobre todo en los estudiantes.

Los epónimos pueden transformarse, con el empleo habitual, en adjetivos: paciente “mongólico”, “parkinsonismo”, “salmonellosis” o deformación “pagetoide”.

El empleo de los epónimos, como casi todo en la vida, tiene ventajas y desventajas. La precisión es una ventaja: la tetralogía de Fallot es algo muy específico que evita una larga descripción, pero esa ventaja puede convertirse en una desventaja: el signo de Babinsky designa cinco fenómenos neurológicos diferentes. Los epónimos compuestos (enfermedad de Legg-Calvé-Perthes, por ejemplo) también pueden producir confusiones.

Señalemos, para quedar bien con la lingüística, que los epónimos pueden estar sometidos a procesos de homonimia (identidad fónica), polisemia (significados múltiples) y sinonimia (significados no relacionados).

Concluimos diciendo que al nivel actual de la medicina los epónimos deben ser utilizados con propiedad, con mucho cuidado y con conocimiento de su raíz histórica. El tiempo dirá si llega el momento de sustituirlos definitivamente.