Vivir con hemodiálisis:

Enseñanzas que nos dejó el huracán María

Eugenia Galindo Ramos, MD, ABIM

Eugenia Galindo Ramos, MD, ABIM
Grupo Renal del Este
Secretaria Tesorera, Sociedad de
Nefrología de Puerto Rico

Los pacientes con enfermedad renal en etapa terminal dependen por completo del tratamiento de diálisis para poder subsistir y sobrevivir. En la actualidad, en Puerto Rico hay más de 5000 pacientes en tratamiento de diálisis que se encuentran repartidos en 48 instituciones en toda la isla. De ellos, cerca del 90% están en hemodiálisis y un 10% en diálisis peritoneal.

Cada tratamiento de hemodiálisis conlleva el uso de electricidad y requiere de cerca de 50 galones de agua por paciente para un promedio de 4 horas y 3 veces por semana. En una unidad de diálisis que sirva a unos 200 pacientes y que cuenta con un tanque de agua con capacidad de 20 000 galones, el agua duraría menos de 4 días si no se recuperara el servicio público de acueductos. Por otra parte, dependiendo de cada unidad, se hace imperativo llenar el tanque de combustible (diésel o gas) cada 3 a 4 días para poder mantener funcionando el equipo eléctrico en caso de que no se recupere el servicio público de energía eléctrica.

Con estas cifras y esta información básica, uno se puede imaginar los retos que enfrentaron las unidades de diálisis en Puerto Rico ante el paso de un evento atmosférico mayor, como fue el caso del huracán María (un huracán categoría 4-5).

Preparación antes del evento

Los preparativos para enfrentarse a cualquier fenómeno atmosférico mayor deben empezar por lo menos 2 a 3 días antes, en cuanto se tenga certeza de la trayectoria y del posible paso sobre la isla.

En el caso del huracán María, que nos impactó un miércoles, los preparativos empezaron desde temprano el domingo anterior. Para estos casos, en cada unidad de diálisis se debe comprobar y actualizar la información de contacto de todos los pacientes. Asimismo, se debe dar una orientación clara sobre la dieta renal estricta en caso de no poder acceder al tratamiento durante varios días.

Todos los pacientes deben dializarse antes de que ocurra el evento, por lo que en este caso se empezó a dializar el domingo y, de esa manera, la mayoría de los pacientes recibieron 2 diálisis antes del miércoles. Para lograr esto se trabajó arduamente hasta en 4 turnos diarios. Así, mientras la población general se encontraba asegurando sus hogares, todo el personal de cada unidad estuvo realizando una labor muy intensa para lograr este cometido.

También se debe proveer asistencia emocional a los pacientes, ya que muchos de ellos se pueden encontrar muy atemorizados o inquietos. En este sentido, es imperativa la ayuda de los trabajadores sociales de cada centro para coordinar y apoyar a cada paciente en sus necesidades individuales. Además, se deben impartir instrucciones generales para que los pacientes se comuniquen con el centro de diálisis correspondiente con el fin de que puedan recibir más indicaciones en cuanto haya pasado la situación de peligro.

Después de ocurrido el huracán

Hasta la llegada del huracán María, el plan de contingencia general incluía tener provisiones, agua y combustible para poder resistir 3 días sin ayuda externa. Pero este huracán nos enseñó que eso no era suficiente. Ninguno de nosotros –los médicos nefrólogos, el personal o los pacientes de diálisis– había tenido una experiencia similar en toda su vida. El huracán María puso una marca clara entre un antes y un después de este evento.

El primer y principal problema que enfrentamos fueron las comunicaciones. Nadie pudo imaginar que todo el sistema de telecomunicaciones de la isla colapsara. Nunca había sucedido algo así, ni en tormentas ni en huracanes previos de categoría menor. Esto ocurrió de tal forma que ni los pacientes pudieron comunicarse a los centros, ni los centros con los pacientes, ni las unidades entre sí, ni tampoco con los hospitales. Esta situación creó un estado de caos extraordinario para la coordinación. Cuando ya había pasado el peligro mayor, los empleados y los pacientes empezaron a llegar a las unidades en busca de información.

La mayoría de los centros y hospitales sufrieron daños estructurales. Sin embargo, y gracias al enorme esfuerzo de empleados y familiares en las labores de recoger y de limpieza, se pudieron reiniciar los tratamientos tan pronto como en la tarde del jueves, en muchos casos. Se dializó a todo aquel paciente que llegó con necesidad, sin mayores preguntas e incluyendo a pacientes de otras unidades y pueblos de la isla que no habían podido acceder a sus centros de diálisis habituales.

Pasados los primeros días de confusión y estupor, se generó una situación que significó un verdadero y serio problema de logística: conseguir agua y combustible para poder seguir operando y brindando un tratamiento necesario para mantener la vida de nuestros pacientes. Hubo momentos en los que se tuvo que paralizar actividades para poder esperar por uno u otro paciente. Poco a poco, todos nos convertimos en una gran familia: se cocinaba en las unidades para todo el mundo y se acogieron a hijos y familiares de empleados que no tenían agua ni luz en sus casas. De esa manera, los pacientes, los empleados y sus familiares tuvieron por lo menos acceso a una comida caliente al día.

Esta situación crítica no se normalizó en 3 días, ni en una semana, ni en un mes. Inclusive, hoy en día aún hay centros que están operando en modo de recuperación.

Afortunadamente, a los 7 a 10 días del huracán se volvieron más estables las comunicaciones, el agua y la disponibilidad de combustible. Sin embargo, hay algunos traumas más profundos que todavía perduran.

Lo que aprendimos

Aprendimos muchas cosas del paso del huracán María. Aprendimos que, a pesar de toda la tecnología y de todos los avances médicos, somos extraordinariamente vulnerables, también por encontrarnos en una isla rodeada de agua (“mucha agua”), aprendimos que tenemos que estar preparados para subsistir por lo menos 10 días sin ayuda externa, aprendimos que tenemos que fortalecer nuestro sistema de comunicaciones ya que muchas veces el acceso a una llamada hace la gran diferencia entre la vida y la muerte y, por último, aprendimos que nunca podremos estar preparados en forma suficiente para enfrentar otro desastre natural de esta magnitud. Y esto podrá ser así año tras año, temporada tras temporada (y en especial, septiembre tras septiembre).

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