La seguridad de las vacunas:
Un tema relevante
Las vacunas y su evolución
El desarrollo de las vacunas comienza con una larga historia de enfermedades infecciosas en los seres humanos y, en particular, con los primeros usos de material de viruela para proporcionar inmunidad contra esta enfermedad. Las innovaciones del Dr. Edward Jenner en 1796 utilizando el material de la viruela como vacuna para crear inmunidad contra esta enfermedad eventualmente resultaron en la erradicación de la viruela.1
El próximo gran avance se produjo cuando Louis Pasteur utilizó con éxito una vacuna para prevenir la rabia en un niño que había sido mordido por un perro con esta enfermedad. El siguiente paso en el desarrollo de las vacunas fue la inactivación química de toxinas. Así se desarrollaron los primeros toxoides contra el tétanos y la difteria. Para mediados del siglo XX, se hicieron progresos regulares en el desarrollo de las vacunas. El Dr. Jonas Salk y el Dr. Albert Sabin desarrollaron la vacuna contra la poliomielitis inactivada y la vacuna del virus vivo atenuado, respectivamente. Estos descubrimientos han salvado a innumerables niños en el mundo. Así, la vacunación es considerada uno de los mayores logros en el campo de salud pública.2
Sin embargo, durante los últimos años se ha generado un efecto paradójico en la percepción pública y hoy la atención se concentra en el tema de seguridad y no en los beneficios de las vacunas. El gran logro salubrista ha sido puesto en entredicho y somos testigos de una creciente actitud negativa frente a las vacunas. Las causas de este fenómeno pueden ser varias, pero la preocupación de una posible asociación con el autismo es la más señalada por los padres, quienes deben tomar la mejor decisión para asegurar el bienestar de sus hijos.
Origen de las preocupaciones sobre las vacunas
La historia de esta idea se inició en 1998 con la publicación de un artículo en la prestigiosa revista The Lancet, que relacionaba la vacuna combinada MMR (sarampión, paperas, rubeola) con el autismo. Posteriormente se descubrió que la investigación tenía muchas deficiencias y la revista que publicó el estudio lo retiró reconociendo el error y admitiendo nunca debió haberse publicado aquel artículo. Sin embargo, el mito sigue presente en la mente de muchos.
Otro asunto es el argumento de que la exposición al timerosal puede producir daño neurológico o causar autismo. El timerosal es un preservativo utilizado en el pasado por la industria farmacéutica con el objetivo de prevenir contaminación. En 1999, surgieron dudas sobre la cantidad y seguridad de este preservativo en las vacunas pediátricas. La Administración de Drogas y Alimentos (FDA) comunicó a los fabricantes de vacunas la necesidad de eliminar el contenido de timerosal en las vacunas. La Academia Americana de Pediatría (AAP) ratificó el comunicado de la FDA3.
Ciencia basada en evidencia
La Academia Nacional de Medicina (NAM) –antes conocida como el Instituto de Medicina (IOM)– ha revisado toda la data disponible relacionada con el timerosal y su ingrediente activo etilmercurio y la hipótesis específica de que este preservativo en las vacunas puede causar autismo. También estudió la evidencia análoga de estudios en metilmercurio, (el que se encuentra en el pescado y otros alimentos). Sus conclusiones sostienen que la evidencia científica rechaza esta hipótesis sobre las vacunas y el autismo y que el Itinerario de Vacunación no debe ser alterado4.
Considerando que un eventual riesgo teórico del timerosal es sobrepasado con creces por los beneficios de la vacunación, en la última declaración de la Organización Mundial de la Salud (OMS) se recomendó mantener el uso de vacunas que contienen timerosal, en especial en países en desarrollo, para así mantener el programa de control de las enfermedades inmunoprevenibles.
A partir del año 2001, ninguna vacuna nueva con licencia de la FDA para ser administrada en niños ha contenido timerosal como preservativo, con excepción de algunas preparaciones de la vacuna contra la influenza.
Comentario
Existe una gran cantidad de estudios científicos que han demostrado consistentemente que no hay conexión entre las vacunas, o cualquiera de sus ingredientes, y el autismo (referencias 5 a 13).
Es imperativo que se recupere la confianza en esta poderosa herramienta de prevención que, sin lugar a dudas, protege y ha salvado a millones de niños en todo el mundo.
Referencias
- Fenner F, Henderson DA, Arita I, Jezek Z, Ladnyi ID. Smallpox and its eradication. Geneva: World Health Organization; 1988. p. 369-71.
- World Health Organization (WHO) Unicef, World Bank. State of the world’s vaccines and immunization. 3nd ed. Geneva: WHO; 2009.
- Joint statement of the American Academy of Pediatrics (AAP) and US Public Health Service (USPHS). Pediatrics. 1999; 104:568–569.
- Institute of Medicine. Immunization Safety Review. Vaccines and Autism. Board of Health Promotion and Disease Prevention, Institute of Medicine. National Academy Press, Washington, DC, 2004.
- Andrews N et al. Thimerosal Exposure in Infants and Developmental Disorders: A Retrospective Cohort Study in the United Kingdom Does Not Support a Causal Association. Pediatrics. (9)2004. 114: 584–591.
- Frombonne E et al., Pervasive Developmental Disorders in Montreal, Quebec, Canada: Prevalence and Links with Immunizations Pediatrics. (6)2006. 118: e139-150.
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- Schechter R, Grether JK. Continuing increases in autism reported to California’s developmental services system: Mercury in retrograde. Arch Gen Psychiatry. 2008; 65:19-24.
- Madsen KM, Hviid A, Vestergaard M, Schendel D, Wohlfahrt J et al. A population-based study of measles, mumps, and rubella vaccination and autism. N Engl J Med. 2002; 347 (19): 1477–1482.