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Antommarchi (1780-1838):

El otro corso

Félix J. Fojo, MD

Félix J. Fojo, MD
Ex Profesor de la Cátedra de Cirugía
de la Universidad de La Habana
ffojo@homeorthopedics.com
felixfojo@gmail.com

No hay duda de que Napoleón Bonaparte, emperador de los franceses, conocido por su estatura también como el Pequeño Corso, es el más famoso de los hijos de la relativamente pequeña isla de Córcega.

Pero hubo otro corso, con menos ínfulas y mucho menos poder, que ha quedado unido en la historia –cosas del destino– al gran Bonaparte: el Dr. François Carlo Antommarchi.

Antommarchi nació en Morsiglia, Córcega, en 1780, once años después que Napoleón, y siguiendo la vieja tradición italiana de la isla (Córcega fue comprada por Francia a Génova en 1768, justo un año antes del nacimiento de Bonaparte) fue a formarse y estudiar a Livorno y luego a Pisa, donde terminó la carrera de Doctor en Filosofía y Medicina, en 1808. Se tituló de cirujano en la Universidad Imperial de Florencia en 1812. Tenía mucho de italiano y muy poco de francés, pero buscando horizontes más elevados, y quizás mejor paga, aceptó un cargo en el ejército del emperador, aunque un poco tardíamente, pues ya Napoleón estaba cerca de su ocaso. Tan es así que la única batalla importante en la que participó el galeno militar Antommarchi fue precisamente la de Waterloo. Esto, el hecho de no estar casado y cierta relación familiar con el Cardenal Fesch, pariente a su vez de Maria Letizia Ramolino, madre de Napoleón, llevaron a que a fines de 1818 Antommarchi viajara a la isla de Santa Helena, última prisión de Napoleón, para sustituir al Dr. O’Meara, hasta ese momento el médico impuesto por los ingleses al derrotado emperador.

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Al principio Napoleón no quedó favorablemente impresionado por Antommarchi, al extremo de que pensó en despedirlo, pero luego cambió de opinión y el médico corso continuó acompañando al emperador hasta su fallecimiento, dos años después. Tocó pues a Antommarchi tratar como médico a Bonaparte, velar sus últimos días, cerrar sus ojos (5 de mayo de 1821), llevar a cabo su autopsia (ayudado por varios médicos, siete, británicos de la guarnición de Santa Helena) y modelar su mascarilla.

En cuanto a la mascarilla mortuoria del rostro de Napoleón, algunos historiadores señalan que en realidad fue el Dr. Burton quien la hizo y también se ha señalado que puede haber dos. El informe de la necropsia –hay tres– queda para otro comentario.

Después de la muerte de Napoleón, Antommarchi regresó a Francia y se dedicó a la cirugía oftálmica. Descontento con la restauración monárquica, viajó a Polonia, tuvo problemas con la policía del Zar y cruzó el Atlántico para asentarse en Nueva Orleans. Luego viajó a Cuba, donde un primo lejano suyo tenía negocios de café. Se asentó en Santiago de Cuba. Se cuenta que realizó la primera operación de cataratas en esa villa y allí le sorprendió la muerte –por fiebre amarilla– en 1838.

Hoy, el último médico del emperador Napoleón está enterrado, en una tumba prestada, en el cementerio Santa Ifigenia de la ciudad de Santiago de Cuba.