Opinión, invitado del mes
La medicina y la ciencia, el arte y la técnica
Desde tiempos inmemoriales, el hombre, en su afán de mitigar el dolor y sanar al enfermo, ha intentado armonizar la práctica de la medicina con las ciencias naturales. Se puede afirmar que una deriva de la otra y que ambas se han beneficiado mutuamente. Los pueblos primitivos descubren cómo, al utilizar hierbas y remedios naturales, las heridas sanan mejor y se evitan las infecciones secundarias. Gran parte de la química y de la alquimia se deriva de estos intentos tempranos por aliviar el dolor físico y curar la enfermedad.
Con el paso de los siglos, el método científico se perfecciona y las técnicas desarrolladas en las ciencias básicas se aplican y evolucionan paralelamente con las ciencias médicas. Los padres de la medicina moderna eran hombres de ciencia y filósofos cuyo intelecto se extendía más allá de la medicina. Pensadores como Galeno, Avicena, Maimónides, Pasteur, Ramón y Cajal, Lister, Fleming y muchos otros demuestran la necesidad de implementar el conocimiento de las ciencias básicas a la práctica de la medicina y resaltan la importancia del rigor científico a la hora de implementar tratamientos innovadores.
Gracias al desarrollo de la informática, el conocimiento humano crece de manera exponencial a un ritmo tan rápido que hace imposible que un individuo pueda tener dominio de tan distintas disciplinas como lo pudieron tener nuestros predecesores. La colaboración entre el médico y el científico, la industria y la academia resulta imprescin-dible en el mundo moderno. Esto se demuestra en la complejidad de las nuevas técnicas de radiología y de cirugía mínimamente invasivas que permiten diagnosticar y tratar distintas patologías con cada vez mayor precisión y menos trauma para el paciente. Ejemplos recientes son los métodos de diagnóstico por imágenes que brindan cada vez mayor detalle o los métodos terapéuticos como pueden ser la litotricia extracorpórea y múltiples alternativas quirúrgicas como serían la cirugía laparoscópica robotizada o la crioablación de tumores malignos.
El progreso requiere la colaboración entre el clínico, el científico y la industria, y que los médicos manten- gamos la mente abierta a la innovación. Es nuestro deber frente al paciente facilitar e implementar nuevas y mejores alternativas de tratamiento y, al mismo tiempo, controlar costos y recursos, teniendo siempre como objetivo el beneficio del paciente. Este ha sido el reto desde tiempos inmemoriales y ha de continuar siéndolo indefinidamente.