Opinión invitado
La catástrofe en Haití y la ayuda coordinada
Joxel García, MD, MBA
Presidente y Decano Ponce School of Medicine
Cargos previos: Comisionado
de Salud de Connecticut,
Director de la Organización
Panamericana de Salud,
Secretario Asistente de Salud
de los Estados Unidos
No pretendo ahora pasar juicio al historial político, económico y social del país más pobre de América, sino más bien presentar las realidades al momento de este desastre para ayudar a entender cómo colaborar mejor en esta situación. Revisemos algunos datos importantes: Haití cubre un área cercana al triple de Puerto Rico (27 000 km²) con unos 9 millones de habitantes. Datos del Banco Mundial indican que más del 75% de la población vive con menos de 2 dólares al día. Los lenguajes oficiales son francés y créole. El índice de alfabetización en personas mayores de 13 años es de un 43%. La prevalencia de HIV en la población adulta es de aproximadamente 2.2% y la expectativa de vida bordea los 60 años. Además, el país ha sido víctima de una deforestación masiva que llega a un 98%, lo que crea un riesgo de inundaciones peligrosas con tan solo dos pulgadas de lluvias.
En un escenario así de complejo, al que se suma una alta tasa de violencia y crimen, ayudar no es tan sencillo como se podría imaginar.
La logística en estos casos es muy importante: el primer paso es la seguridad, tanto del área afectada como de los rescatistas. Al inicio, la ayuda se basa en rescatar y preservar vidas. Es importante que los recursos humanos, servicios y productos que lleguen sean los necesarios y que sean aplicables al área o al sistema que los va a usar. La cadena de suplidores es vital para el éxito de la misión, debiendo tener un sistema de manejo para que medicinas, comidas y otros artículos necesarios lleguen del puerto de desembarque al hospital de campo, clínica o centro de ayuda. Las comunicaciones son vitales, no solo por las vías y medios que fueron afectados, sino también la comunicación verbal entre rescatistas, proveedores médicos, pacientes y población en general.
Todo esto puede sonar obvio y simple, pero después de vivir la experiencia de ser parte del sistema de respuestas de desastres a nivel nacional e internacional, he visto cómo muchas veces una ayuda desorganizada puede crear problemas en vez de ayudar. Es importante que la ayuda, cualquiera sea su origen y cantidad, se canalice a través de organizaciones internacionales que tengan sistemas operables en el país, que conozcan su geografía, cultura, tradiciones y a su gente.
Como médicos, conocemos la satisfacción profunda que se puede sentir al ayudar al necesitado. Y así como estamos entrenados para dar un tratamiento teniendo primero un buen diagnóstico, podemos entender lo importante que es, en una catástrofe, evaluar la situación y las necesidades antes de actuar, para que de esa manera nuestra ayuda sea más eficiente.