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Edgar Alan Poe (1809-1849):

Breve historia clínica

Félix Fojo, MD

Félix Fojo, MD
Ex Profesor de la Cátedra de Cirugía
de la Universidad de La Habana

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Aunque nos cueste creerlo, el periodista, poeta, cuentista, novelista y ensayista norteamericano Edgar Allan Poe, padre de la novela policiaca, del simbolismo, del romanticismo oscuro y en cierta medida del gótico americano y de la ciencia ficción, una de las personalidades literarias más influyentes de los últimos siglos, apenas vivió cuarenta años, de enero de 1809 a octubre de 1849.

Es sorprendente cómo un hombre que ni tan siquiera escribió extensivamente –unos 70 poemas, una cifra semejante de cuentos, unos cuantos ensayos y un par de novelas, una de ellas inconclusa–, entre otras cosas a pesar de que la vida no le dio tiempo, y a pesar de haber comenzado a escribir en serio a los 27 años de edad ha marcado la literatura occidental con una fuerza y una originalidad que muy pocos han logrado alcanzar.

Pero más sorprendente resulta saber que en esa corta vida Poe sufrió importantes quebrantos de salud y graves adicciones, incluyendo entre ellas el alcohol, el opio y la morfina, además de la pérdida abrupta de mujeres a las que amaba, incluyendo entre ellas a su madre y a su muy joven esposa.

El diagnóstico de los síntomas y signos clínicos en las penurias de salud de Poe se complica por el hecho de que tuvo enemigos literarios (envidiosos sería el adjetivo adecuado) y un albacea, R.W. Griswold, que se apropió de sus escritos y lo denigró en un prefacio inicial a sus obras “completas” que ha pasado a la historia como uno de los documentos más pérfidos y calumniosos que se hayan escrito jamás sobre una personalidad literaria.

Lo cierto es que Poe comenzó a beber a los 17 años de edad, al tiempo que manifestaba cambios de humor que oscilaban entre la depresión y la euforia. Él mismo los describía así: “Tengo cambios tan marcados; de la mayor depresión puedo pasar a una exaltación o júbilo inmenso con una gran voracidad por trabajar”. Un síndrome bipolar evidente que no podía ser diagnosticado en aquel tiempo porque aún no se había descrito. Es bueno señalar que el alcoholismo de Poe era sui generis pues bastaban solo uno o dos tragos para que su personalidad y su conducta se deterioraran rápidamente. Resulta significativo este párrafo autobiográfico de Poe: “Como ofensa, mis enemigos atribuyeron mi locura al alcohol en vez del abuso de alcohol a la locura”. En 1999 el profesor de Neurología C. Bazil postuló la posibilidad de que Poe fuera portador de una epilepsia del lóbulo temporal desencadenada por el alcohol, lo que explicaría los cuadros de confusión con automatismos psicomotores y sin convulsiones. Un médico que atendió a la esposa de Poe lo describió como un hombre con asimetrías faciales y una “rara debilidad’ en el rostro. Es muy sugerente señalar que Poe, que no era médico, describió crisis epilépticas con alucinaciones en varios de sus cuentos. No debe descartarse tampoco la posibilidad de traumatismos craneales repetidos en el curso de sus crisis de ebriedad y confusión, incluyendo la que parece haberlo matado.

El último año de su vida el cuadro confusional se agrava y las fabulaciones se incrementan en una conversación, una logorrea en realidad, que se hace cada vez más desordenada y grandilocuente hasta el episodio final en que aparece en una taberna de mala muerte, sucio y con una ropa que no era la suya. Llega al hospital consciente y los médicos que lo reciben piensan que presenta un cuadro de delirium tremens. Pero al notar que no tiene aliento etílico le ofrecen algo de alcohol para tranquilizarlo, que él rechaza. Cae en coma rápidamente y permanece en ese estado por tres días hasta que fallece.

Poe no estaba borracho al momento de ingresar en el hospital. ¿Fue asesinado para robarle, como aseguraban algunos de sus pocos amigos? ¿Fue una hemorragia subaracnoidea provocada por una simple caída? Nunca lo sabremos, pero haya sido lo que fuere, se apagó ese día una de las mentes literarias más importantes de la historia.