El Dr. Bailey K. Ashford (1873-1934):
Un soldado de la ciencia
Hay gestas que merecen destacarse por su impacto sobre la población en general. Una de estas es la del Dr. Bailey K. Ashford, quien encontró en Puerto Rico una población anémica e infestada por parásitos. Su entusiasmo, su disciplina, su interés por la investigación y sobre todo su gran esfuerzo y trabajo fueron la base para que se logre curar a cientos de miles de personas y se proteja a muchísimas más gracias a las campañas educativas que él estableció y que fueron pioneras en la salud pública en Puerto Rico. Además de participar en la creación y desarrollo de la Comisión de Anemia, él fue el iniciador de la Escuela de Medicina Tropical.
Sus inicios y su llegada a Puerto Rico
El Dr. Bailey K. Ashford se graduó de Medicina en la Universidad de Georgetown y desde joven manifestó una inclinación por la investigación. Debido a esto, sus mentores le aconsejaron que ingresara al Ejército que, en esa época, era el único lugar donde se podía hacer investigación. Él fue designado como teniente y al poco tiempo comenzó la guerra Hispano-Americana. Allí, vio una oportunidad de aventura, se presentó como voluntario y fue enviado con las tropas a Puerto Rico. A su llegada, contrajo malaria y fue enviado de regreso, pero con un tratamiento de quinina mejoró y volvió a la isla. Él había conocido a una bella joven en Mayagüez durante su primera estadía y regresó para comprometerse y casarse con ella. Al poco tiempo fue asignado al Hospital Militar en Ponce.
Primeros tratamientos en anémicos
A los pocos días lo sorprendió el ciclón de San Ciriaco y con él llegaron cientos de pacientes de los campos con heridas, fracturas y muchos enfermos, malnutridos y anémicos.
Con su mente inquisitiva examinó la sangre de estas personas y encontró eosinofilia. Consultó el libro de Medicina Tropical de Manson -el que les daban a todos los médicos que eran asignados a zonas tropicales- y encontró referencias de casos de obreros italianos con triquinosis que tenían eosinofilia. Decidió examinar la excreta y allí encontró unos huevos que el libro de Manson decía eran de ancilostoma duodenale. Al primer paciente lo trató con timol, en lo que era un experimento y al día siguiente eliminó cientos de gusanos.
Además, indicó a los primeros pacientes una dieta de carne porque los veía muy malnutridos, pero muchos desarrollaron diarreas y murieron. Ashford trató a 19 pacientes, reportando esto al Comando en San Juan y en revistas médicas en los Estados Unidos.
El Dr. Ashford fue a visitar a un prominente médico de Ponce para explicarle lo que había descubierto, pero este se burló de él. Le decían a Ashford que esa era la naturaleza de nuestros jíbaros, ser pálidos y vagos. Hacia 1899 la población de Puerto Rico era de 943 000 habitantes, de los cuales a nivel rural vivían cerca de 800 000 personas. Se estimaba que el 90% se encontraban infestados con uncinariasis y tenían anemia y solo podían trabajar uno o dos días a la semana. En ese año murieron 14 000 personas por anemia.
El parásito entraba por los pies de nuestros jíbaros que no tenían zapatos. Los huevos se convertían en larvas, entraban por las piernas, circulaban en la sangre, se alojaban en los pulmones y cuando tosían y tragaban la saliva estas se pegaban a la mucosa del intestino delgado donde chupaban la sangre. Por espacio de cinco años el Dr. Ashford luchó para que se reconociera esta condición y se asignaran fondos para controlarla. La Asociación Médica de Puerto Rico, de la cual él fue Presidente en dos ocasiones, también le dio su respaldo.
Su profesor de parasitología, a quien le llevó muestras de los gusanos, no lo pudo ayudar, pero más tarde encontró el parásito en pacientes en el sur de los Estados Unidos y él lo llamó necator americanus. La diferencia era que el ancilostoma de Europa tenía dientes y el necator no.
La Comisión de Anemia
Por fin, en 1904 la Legislatura de Puerto Rico aprobó una asignación de $5000 para crear la Comisión de Anemia. La Comisión de Anemia la componían el Dr. Ashford, el Dr. Pedro Gutiérrez Igaravides y el Dr. Walter W. King. El Dr. Isaac González Martínez también trabajó en la Comisión. La primera campaña se llevó a cabo en el pueblo de Bayamón. Allí, el Dr. Ashford encontró al Dr. Agustín Stahl, quien lo impresionó mucho y a quien dejó a cargo de las actividades en Bayamón. Ese mismo verano la Comisión se mudó a Utuado, donde se montó un campamento en una hacienda cerca de río Vivi. Los pacientes acudían de pueblos cercanos y lejanos. A muchos les tomaba días en llegar al campamento. Sobre 800 pacientes se veían en un solo día y en algunas ocasiones se lograba atender a más de mil personas. Allí se examinaba la excreta y la sangre. Luego se las daba timol, un purgante y hierro. Además, se educaba a los pacientes para evitar que se reinfesten, se les recomendaba el uso de zapatos y construir letrinas.
La Comisión continuó su trabajo por toda la isla y en poco tiempo la mortalidad por anemia bajó a 1000 casos en un año. Para 1910, se vieron 317 000 pacientes en las clínicas de la Comisión. Sin embargo, muchos se reinfectaban por no tener zapatos ni letrinas. No fue hasta las décadas de 1920 y 1930 cuando se masificó la construcción de letrinas; los zapatos en gran cantidad llegaron hacia 1940. De esa manera, finalmente, se logró erradicar la uncinariasis en la década de 1960.
Reconocimiento internacional
La gesta de Ashford fue reconocida mundialmente. En la Primera Guerra Mudial su concepto de llevar el cuidado cerca del paciente fue instituido en el frente de batalla en Europa, encontrándose el Dr. Ashford a cargo del adiestramiento del personal médico. Visitó Brasil y Cuba para brindar asesoría y en Egipto fue distinguido por su contribución a la medicina.
En Puerto Rico también fue el gran responsable de la creación de la Escuela de Medicina Tropical en San Juan e inclusive de asesorar sobre su localización y su diseño arquitectónico. Fue nuestro médico más distinguido de la primera parte del siglo XX.
Su muerte fue reseñada inclusive en la primera página del New York Times. Hoy, hay una “Sala Ashford” en la Biblioteca del Recinto de Ciencias Médicas y anualmente se presenta la “Conferencia Ashford” en su honor. En el Hospital Walter Reed está su retrato junto a los grandes de la Medicina Militar Americana.
El Dr. Bailey Ashford fue un gran líder de la medicina en su época. El periódico El Mundo reseñando su vida el 1 de noviembre de 1934 escribió que el Dr. Ashford más que un soldado de la ciencia fue un Ángel de la Ciencia.