El Greco: (1541-1614) Maestro del Siglo de Oro español
Reclinado en un sofá, con un libro de Toledo en las manos, me encontraba absorto admirando una foto de El Caballero de la mano en el pecho, de El Greco, cuando de súbito y sin saber cómo, fui absorbido por una extraña fuerza que me transportó al taller del genial maestro de la pintura, nada menos que al Toledo de principios del siglo XVII. – ¡Vade retro!” – me gritó el pintor en latín, con cara de espanto, mientras hacía la señal de la cruz. – No se asuste, maestro – le dije. Soy pintor como usted, toledano para más datos, y un gran admirador de su pintura. Vengo del futuro. En realidad, no tengo idea de cómo llegué aquí, pero ya que así ha sucedido, quisiera dialogar con usted. Un poco más calmado, tras recobrar la compostura, me dijo muy educadamente: – Estoy a su disposición, empecemos. –Del Rincón: ¿Por qué le llaman “El Greco”? _ El Greco: Es que nací en Creta, en 1541, y mi nombre de pila es Doménikos Theotocópulos, que es difícil para los españoles. Comenzaron a llamarme “El Greco”, es decir “el griego”, y así se me conoce.
Del Rincón: Cuénteme, ¿cuándo sale de Creta? _ El Greco: A los 26 años salí de Creta a Venecia. Fue un período maravilloso de tres años. Conocí la obra de Tiziano y mi paleta se tornó muy colorida. De Venecia llegué a Roma, la capital del arte. ¡Qué esplendor! Mis clientes allí fueron los humanistas, entre ellos mi amigo Orsini, para quien pinté siete cuadros. En cierta ocasión, cometí un error al comentar sobre Miguel Ángel: “Es un buen hombre, pero no sabe pintar”. Me gané el desprecio de todos los pintores y eruditos romanos, y tuve que emigrar. Sin embargo, sostengo lo dicho, aunque como escultor y arquitecto, Buonarotti era genial.
Del Rincón: ¿Es así como llegó a España? _ El Greco: Sí, supe que se estaba construyendo El Escorial y que andaban contratando artistas. Llegué a Toledo, “la segunda Roma”, una ciudad cosmopolita y el corazón de España. En 1577, me comisionaron El Expolio para la sacristía de la Catedral y para El Escorial el Martirio de San Mauricio.
Del Rincón: Como vengo del futuro, le puedo decir que su obra será ignorada durante varios siglos, pero a partir de mediados del XIX, y especialmente a principios del XX, su pintura será encumbrada. _ El Greco: Tal vez es muy adelantada para esta época. Derivada del Barroco, tiene diseño al estilo de Roma y, en cuanto al color, es veneciana. Trato de impactar con ambos elementos, e inducir a la reflexión espiritual, aunque me tachen de extravagante.
Del Rincón: ¿Cuál considera su obra maestra? _ El Greco: El entierro del Conde de Orgaz. Allí están mi autorretrato y el de mi hijo de 10 años. Representa esta pintura las dos dimensiones de la existencia humana, la tierra-muerte y el cielo-eternidad.
Del Rincón: Observo que sus figuras son elongadas. ¿Es usted un místico enviando un mensaje oculto en estos tiempos de la Inquisición, o es astigmático y eso explicaría la distorsión? _ El Greco: Lo primero, distinguido colega. Resulta peligroso hablar de estas cosas habiendo tanto fanatismo religioso. Me podrían denunciar si hablo de estos asuntos. Del Rincón: Maestro, su imagen se desvanece…
Y en un santiamén volví en mí, sentado con un libro de Toledo en las manos y la incertidumbre de no saber si aquella escena con El Greco la había soñado o no.