El parto por cesárea y Julio César
Lucas Montojo
Licenciado en Historia
Universidad Complutense de Madrid
lucasmontojo@gmail.com
La cesárea es una intervención tan antigua como la Lex Caesarea, de Numa Pompilio, que gobernó del 715 al 653 a. C. Esta ordenaba que a toda mujer que falleciera en la fase final de su embarazo o durante el parto se le extrajese el vástago por un corte (caesura) abdominal, a fin de que el niño tuviera oportunidad de vivir.
La coincidencia entre el nombre familiar de la dinastía Julio-Claudia–Caesar– y el nombre de la intervención se debe, probablemente, a que algún antepasado de Julio César vino al mundo mediante este procedimiento ginecológico. Esto adquiere sentido si se conoce que esta manera de nacer era vista por los romanos como augurio de buena suerte y, por tanto, resulta lógico que la palabra se utilizara orgullosamente como timbre de honor para toda una dinastía. Tanto es así que, doscientos años más tarde, Diocleciano “resucitó” el nombre familiar de la dinastía Julio-Claudia para utilizarlo como título de los subemperadores de Oriente y Occidente. La palabra César dejó entonces de referir tanto a una forma extraordinaria de venir al mundo como a una dinastía, y pasó a ser sinónimo de emperador, como puede comprobarse en su derivación eslava Csar o Zar.
Una vez aclarado que Aurelia –la madre de Julio César – no trajo al mundo al emperador mediante cesárea y, mucho menos, que fuera este alumbramiento el primero de la historia realizado de esta manera, resulta imposible no hacer una reflexión final. Puede ser triste, cuanto menos, que allá por el año 600 a. C. la vida de un bebé aún no nacido tuviera una importancia tan grande –como se refleja en la Lex Caesarea de Pompilio– y que en nuestros días esto muchas veces no se valore así.