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Entre gustos y colores… está el placer
La historia ha sido escrita por autores con estilos propios, donde cada quien tiene algo particular que agregar o especular sobre los hechos reales. Lo mismo ha ocurrido en la historia de los museos y sus colecciones; cada cual ha conformado la colección que fuera más afín a sus gustos, tendencias, criterios artísticos, e inclusive a su visión de inversión.
Coleccionar es un instinto. Aquellos que coleccionan crean valores intangibles. De esta manera nacieron lo que se denomina “gabinetes de curiosidades“. Estos eran espacios, que en sus inicios en el siglo XVI, sirvieron para almacenar objetos preciados, donde los coleccionistas solían contemplarlos y organizarlos.
El más conocido y tal vez el pionero de los gabinetes de curiosidades, fue el danés Olaus Wormius. Se graduó como Doctor en Medicina por la Universidad de Basilea en 1611 y de Maestro en Artes por la Universidad de Copenhagen en 1617. Este coleccionista dejó como legado el Museum Wormianum.
En 1683 nace en Inglaterra el primer museo, gracias a la donación de la colección privada de Elias Ashmole a la Universidad de Oxford. Ashmole hombre multidisciplinario, desde anticuario hasta astrólogo, fundó el Museo Ashmolean con una variada colección de libros, monedas, especies geológicas entre otros. Ampliado y restaurado a las necesidades actuales, es hoy un museo de antropología, ciencias e historia.
El gusto o placer de coleccionar, el donar y el exhibir, son de alguna manera el hilo conductor hacia la trascendencia de generaciones y las herencias universales. Todo ello a su vez involucra acciones, expresiones y sobre todo emociones que encuentran una razón de ser en el mundo del arte.
Por eso nada está escrito sobre nuestras emociones ante una obra de arte, en cualquiera de sus géneros. Del mismo modo, en el perfil que defina un museo sobre lo que es arte, el ser humano puede encontrar mucho placer.