Fibrilación atrial:
Importancia de su tratamiento para evitar complicaciones serias
Nuestro corazón se encuentra en constante actividad, con una frecuencia de 60 a 100 latidos por minuto durante nuestras actividades del diario vivir. Así puede llegar a latir hasta unas 144 000 veces al día, sin nosotros casi percibirlo.
La actividad eléctrica de nuestro corazón normalmente proviene del nodo sino-atrial, estructura localizada en el exterior del atrio derecho, que actúa como un marcapasos natural controlando el ritmo cardiaco. Cada impulso eléctrico es conducido a través del nodo atrio-ventricular localizado en el septo interventricular y hacia el sistema His-Purkinje, que se encuentra en las paredes de las cavidades ventriculares.
Tipos de arritmias
Variaciones o anormalidades en el funcionamiento del nodo sino-atrial o de los tractos eléctricos resultan en arritmias cardiacas. La mayoría de las arritmias suelen ser no sostenidas y benignas; las arritmias sostenidas, que comprometen la estabilidad hemodinámica (ej. taquicardia ventricular) pueden llegar a ser serias e, incluso, letales.
Fibrilación atrial
La arritmia cardiaca sostenida (más de 30 segundos) que vemos con mayor frecuencia es la fibrilación atrial (o fibrilación auricular). Esta se desarrolla por una activación eléctrica errática y muy rápida en los atrios del corazón, la que produce latidos que describimos como irregularmente irregulares ya que no poseen un patrón particular (con ritmo errático y rápido). Además, uno o más circuitos anormales de reentrada dentro de los atrios pueden también contribuir a la persistencia de la fibrilación atrial.
La fibrilación atrial ocurre con mayor frecuencia en personas que padecen de hipertensión arterial, problemas estructurales del corazón (ej. enfermedades valvulares), hipertiroidismo, obesidad, edad avanzada, apnea del sueño, uso de alcohol u otras drogas, entre otros factores.
Clasificación de la fibrilación atrial
El Colegio Americano de Cardiología la clasifica como “paroxística” si su duración es menor a 7 días, “persistente” si su duración es mayor a 7 días, “persistente prolongada” si dura más de 1 año y “permanente” si se mantiene a pesar de los intentos médicos para eliminarla.
Síntomas principales de fibrilación atrial
Los síntomas principales de la fibrilación atrial incluyen palpitaciones, cansancio, fatiga, mareo, angina de pecho, retención de volumen y, en algunos casos, ella puede hasta producir un síncope.
Los síntomas más temidos son los cambios neurológicos, por su asociación con el desarrollo de una apoplejía o un infarto cerebral, como una de sus más serias complicaciones, lo que puede resultar en daño neurológico permanente con todas las consecuencias que esta condición acarrea. El riesgo de sufrir un derrame cerebral en personas con fibrilación atrial se estima utilizando un sistema de puntuación conocido como “CHA2DS2-VASc score”. Este sistema establece un mayor riesgo de sufrir un infarto cerebral en los pacientes con fibrilación atrial que además padezcan de fallo cardiaco congestivo, hipertensión arterial, edad mayor a 65 años (aún más elevado si es mayor a 75 años), diabetes, antecedente de infarto cerebral o ataques cerebrales transitorios, enfermedad periferovascular y género femenino. A mayor número de estos factores, mayor es el riesgo de sufrir un infarto cerebral, que puede alcanzar la probabilidad de cerca de 17% anual en pacientes con puntuaciones altas. La necesidad de anticoagulantes es mayor en quienes tienen puntuación más alta.
Diagnóstico de la fibrilación atrial
La evaluación de pacientes con fibrilación atrial incluye un historial médico para identificar los factores predisponentes o precipitantes: el examen físico, las pruebas de laboratorio, el electrocardiograma, el uso de monitor cardiaco (Holter) y el ecocardiograma. En algunos casos, es necesaria la evaluación con pruebas de esfuerzo, e inclusive el cateterismo cardiaco, cuando la sospecha de obstrucciones en las arterias coronarias es alta. Algunos pacientes se pueden beneficiar con estudios electrofisiológicos de tipo invasivo en los que se dirigen catéteres al interior del corazón con fines de diagnóstico y/o con tratamiento por procedimientos como la ablación.
Tratamiento farmacológico
El tratamiento de fibrilación atrial considera dos aspectos fundamentales: el tratamiento propio de la arritmia y el uso de anticoagulantes para prevención de infartos cerebrales.
Para tratar la arritmia, se consideran medicamentos para controlar la frecuencia cardiaca (ej. beta- bloqueadores, bloqueadores de calcio y digoxina) y medicamentos antiarrítmicos (ej, amiodarone, propafenone, flecainide) que ayudan a eliminar la arritmia o a prevenir su recurrencia. El tratamiento con anticoagulantes ha evolucionado en los últimos años con el desarrollo de terapias más sencillas que disminuyen las complicaciones y mejoran el cumplimiento.
El uso de warfarina requiere de monitoreo frecuente con pruebas de laboratorio para determinar el tiempo de protrombina e INR, así como de modificaciones en la dieta, ya que su mecanismo depende de la cantidad de vitamina K. Los nuevos fármacos conocidos como agentes noveles son utilizados en pacientes con fibrilación atrial no asociada a enfermedad valvular (presencia de válvulas prostéticas o enfermedad severa de la válvula mitral). Estos fármacos se administran en una dosis fija, no requieren de monitoreo con pruebas de coagulación, ni modificaciones en la alimentación.
Cardioversión eléctrica
Los pacientes que llevan poco tiempo con fibrilación atrial (usualmente menos de 48 horas) o que tienen síntomas de insuficiencia cardiaca se pueden beneficiar de un tratamiento muy efectivo que se realiza bajo sedación profunda, conocido como cardioversión eléctrica. Este procedimiento consiste en administrar una descarga eléctrica a través de unos parchos aplicados a la piel del pecho y haciendo uso de un equipo desfibrilador. Esta descarga promueve el restablecimiento del ritmo normal del corazón originado en el nodo sino-atrial.
Conclusión
La fibrilación atrial es la arritmia sostenida más común que existe y puede resultar en serias complicaciones que pueden ser prevenibles con una evaluación minuciosa y con un tratamiento adecuado.