Insomnio familiar fatal (IFF)
En 1986, se describieron los dos primeros casos, aún sin otorgarle un nombre definido, de una atrofia selectiva a nivel cerebral en los núcleos talámicos en dos pacientes portadores de una condición genética que facilitaba la aparición de proteínas priónicas en el sistema nervioso central. Al inicio, se consideró que era solo una forma talámica, limitada, de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (EC-J). Hoy, la IFF se incluye en el grupo de enfermedades relacionadas con priones o proteínas priónicas (PRPsc), pero no es la EC-J.
En 1992, debido al cuadro clínico caracterizado –entre otros signos y síntomas– por la imposibilidad total de estos pacientes para conciliar un sueño efectivo, se denominó a la enfermedad insomnio familiar fatal (IFF o FFI). En 1999, al estudiar varias familias afectadas de dos comunidades autónomas de Navarra y del País Vasco, se demostró que la IFF es una condición genéticamente determinada, unida a la mutación del codón D178N acoplada con el genotipo M129 del cromosoma 20. Su forma de herencia es autosómica dominante.
Posteriormente se ha descrito una forma esporádica, denominada insomnio familiar esporádico (IFE), algo más benigna en el tiempo de evolución, pero a la larga también mortal. El insomnio familiar fatal se diferencia del Kuru y de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob por el hecho de ser demostradamente hereditaria, a diferencia de las otras dos, que son transmisibles por priones. El síndrome priónico no transmisible de Gerstmann-Straussler-Scheinker, aún más infrecuente, tiene mucho que ver con el IFF y solo cambia en la posición del codón afectado.
Su anatomía patológica muestra una severa pérdida de neuronas y degeneración de las sobrevivientes en el núcleo talámico medial, al extremo de que la pérdida puede observarse claramente en los estudios de resonancia magnética. Con el tiempo, la degeneración neuronal se extiende a otras áreas del cerebro, pero para entonces ya el enfermo está en sus estadios finales de vida. En ambas formas se producen proteínas priónicas resistentes a las proteasas con masas de alrededor de 19 kDa. Hasta el momento se han publicado unos 200 casos, de los cuales cerca de 70 son niños o adolescentes.
Además del insomnio persistente, irreductible y refractario a todo tipo de medicación –incluyendo algunos anestésicos, técnicas de deprivación sensorial en tanque y choques eléctricos–, los pacientes de IFF presentan deterioro progresivo de la memoria, ataxias, mioclonías, alucinaciones, bradilalia o dislalias, alteraciones severas del sistema neurovegetativo, ansiedad grave –también refractaria al tratamiento–, fiebre, taquicardia, arritmias y caquexia que termina en un coma del cual no se recuperan. La depresión profunda, sobre todo en los que han visto morir familiares cercanos y conocen el pronóstico de la enfermedad, es casi inevitable. Los pacientes fallecen entre los 6 meses y los 4 años desde el diagnóstico inicial.
En el curso de la enfermedad, la función, e incluso la anatomía del sistema reticular descendente de la protuberancia del tronco cerebral –la parte del cerebro que debe inhibir al sistema reticular ascendente para producir el sueño– literalmente desaparece, lo que explica el estado de alerta permanente del paciente afectado y todo el resto sintomático.
El periodista británico David Robson, de la BBC de Londres, publicó a principios de 2021 un interesante y conmovedor reportaje sobre una familia italiana que padece –por lo menos en un 50% de sus miembros– esta condición, e indaga con mucho tacto cómo luchan ellos con su destino e, incluso, cómo se preparan, los ya diagnosticados, para la muerte. Resulta interesante que algunos de los miembros de esta familia –por otra parte, muy unida y estable económicamente– se han negado a permitir sus estudios genéticos para no conocer, hasta que la vida decida, sus destinos.