Temas de Interés / Torre de Marfil
José Raúl Capablanca:
La última jugada del maestro
El 7 de marzo de 1942, una noche serena pero fría, un hombre de muy buena presencia, jovial y elegante está observando una partida de ajedrez entre dos aficionados en el Manhattan Chess Club, ubicado en el 130 Central Park South, en la ciudad de Nueva York.
Son casi las 10 de la noche y el caballero atiende, con marcado interés, la partida que se desarrolla ante sus inquisitivos ojos. Ninguno de los presentes se explica -todos los asistentes esa noche al club le conocen perfectamente- la atención que le dedica a una contienda ajedrecística que por fuerza tendría que ser intrascendente para él.
De pronto, bruscamente, el hombre se pone de pie. Parece que va a hacer una siempre bienvenida observación o recomendar una jugada, pero, sorprendentemente, dice con aire de crispación “¡Ayúdenme, ayúdenme a quitarme el abrigo!”, y cae al suelo inconsciente. Un médico presente entre la concurrencia pide una ambulancia y poco después aquel hombre es llevado al hospital Mount Sinaí, donde fallece a las 6 de la mañana sin recuperar nunca la conciencia.
Ha muerto, víctima de una hemorragia cerebral causada por la hipertensión arterial maligna no tratada -no existía una terapia idónea en aquel momento-, el gran maestro José Raúl Capablanca (1888-1942), una de las mentes más brillantes, sino la mayor, del “juego ciencia” hasta la llegada, casi 30 años después, del norteamericano Bobby Fischer.
José Raúl Capablanca Graupera aprendió a jugar ajedrez a los 4 años de edad mirando a su padre y a los amigos de este. A los 13 años ganó el campeonato de Cuba al derrotar al campeón Juan Corzo. En 1905, con 17 años, venció, en un torneo irregular, al campeón mundial Emanuel Lasker, y de ahí en adelante se convirtió en el blanco de observación de todos los conocedores del deporte de las 64 casillas y los trebejos.
Capablanca fue invitado al torneo internacional de San Sebastián, España, en 1911, pero fue objetado por varios de los participantes por no tener una trayectoria ganadora demostrable. La respuesta de Capablanca fue ganar el torneo con 6 victorias y una sola derrota. En 1920 Lasker le cedió el campeonato del mundo sin jugar, pero Capablanca se opuso y, en 1921, en La Habana, derrotó al gran maestro sin perder ninguna partida.
En 1924 Capablanca comenzó a sufrir los síntomas de la hipertensión arterial -muchos en su familia la padecían-, cefaleas intensas, mareos, disminución de la orina, enrojecimiento de la cara y las orejas y visión borrosa, pero eso no impidió que continuara ganando de una manera apabullante a todos los grandes maestros de la época.
En 1938 tuvo su primer accidente cerebrovascular, muy ligero esta vez, pero siguió jugando ajedrez, aunque evitando la enorme presión de los torneos internacionales.
Aquel caballero, víctima de la hipertensión arterial, solo perdió 35 partidas de 583 en algo más de 30 años de competencias profesionales, lo que sigue, hoy en día, constituyendo un récord que no ha podido ser superado por ningún otro maestro.
José Raúl Capablanca fue prácticamente invencible, salvo por la hipertensión.