La maldición del mar
Con motivo de la celebración del quinto centenario de la primera gobernación de Puerto Rico a cargo de Juan Ponce de León, he pensado mucho acerca de las condiciones tan duras en las que vivían aquellos aventureros hombres europeos, que bajo el mando de un Almirante, surcaban los mares del mundo en el siglo XVI, viviendo en condiciones deficientes e insalubres.Las patologías a bordo de un barco en esa época eran muchas, pero las más comunes eran por la mala alimentación a base de salazones podridos que causaban daños gastrointestinales, o a la ingestión de alimentos deshidratados.
Dentro de los males que se sufría en los barcos ha habido uno especialmente temido a lo largo de los siglos, el cual inclusive Hipócrates ya lo describía hacia el 400aC. Como por arte de magia, a los 75 días en la mar, los marineros comenzaban a debilitarse, les aparecían manchas de color púrpura en la piel, sus encías se volvían esponjosas y sangrantes y se les aflojaban los dientes hasta llegar a perderlos. Éstos, y más síntomas, se repitieron en todas las largas travesías desde la antigüedad, pero con el comienzo de los viajes transatlánticos a partir de 1492 fueron el mal más temido a bordo; en los barcos llegaba a afectar al 50% de la tripulación y a veces la llegaba a diezmar. Durante siglos no se supo como paliar éste mal que posteriormente se conocería como el escorbuto.
En 1536, el francés Jacques Cartier, explorando en Canadá el río St. Lawrence, usó el conocimiento de los nativos hirviendo hojas del árbol conocido como cedro blanco del este para hacer un té que curó a sus hombres (mas tarde se demostraría que esta infusión tenía un alto contenido de vitamina C). Sin embargo este tratamiento no podía hacerse a bordo.
En 1753, James Lind, un cirujano escocés de la marina británica, demostró que el escorbuto podía tratarse con cítricos; pero los marineros, reticentes, se resistían a beber jugo de limón. La solución se encontró mezclándolo con ron, ya que así, el alcohol conservaba la vitamina C del jugo. Este nuevo combinado fue de consumo obligatorio en la Royal Navy hasta mediados del siglo XIX y el complemento definitivo a una deficiente alimentación que durante siglos venía provocando la muerte a quienes se embarcaban en históricas aventuras.