Temas de Interés / ARTE
Lola Flores:
Pintora ocasional
Jesús María del Rincón
Retratista
delrinconportrais@gmail.com
www.delrinconportraits.com
Recuerdo que Lola arribó a Miami a finales de la década de 1980 para realizar una exposición a bombo y platillo en el recién inaugurado Hotel Hyatt de Coral Gables, a la cual fuimos invitados mi esposa y yo en compañía de otro matrimonio amigo, Elisa y Marcelo Palacios, quienes habían sido bailarines de clásico español antes de dedicarse a asuntos empresariales.
Ya en la galería, se podía apreciar que Lola Flores era el astro rey y, el público, los planetas orbitándola. Poseía un magnetismo especial y una seguridad en sí misma fuera de lo común. Como pintor profesional que soy, vi primero su obra, totalmente ingenua, un naive muy peculiar enfocado en escenas costumbristas del flamenco. Era placentero ver aquellas acuarelas, producto del imaginario fantástico de su mente.
Cuando Lola saludó al público, mencionó que lo que más le gustaba de su trabajo era el colorido, y concluyó su salutación pidiendo al respetable que comprara su obra, rematando: “Así me pongo contenta”. Vendió esa noche 10 cuadros y, además, recibió la llave de la ciudad.
Cuando llegué a ella, tuve oportunidad de cruzar un par de oraciones con la artista: Del Rincón: Tu obra es originalísima, ¿llevas tiempo pintando? Lola Flores: Desde chiquitilla hago garabatos. Del Rincón: ¿Qué técnica prefieres? ¿Acuarela, óleo, acrílico? Lola Flores: Yo pinto con agüita. Y eso fue todo. Ante respuesta tan sincera y sencilla, cualquier crítico de arte quedaría desarmado, y yo no fui la excepción. Me gustaba su obra y, ni qué decir, su creadora; una artista completa con mayúsculas, que en cualquier medio que eligiera siempre se expresaría con arte. Así, recomendé a los Palacios que compraran una de sus pinturas, y así lo hicieron. Antes de la corrida era el título del cuadro.
Lola regresó a España y asumo que liquidaría su deuda, aunque desconozco si seguiría pintando hasta su fallecimiento, en mayo de 1995.
“¡Ay pena, penita, pena, pena de mi corazón, que se mueve por mis venas, pena, con la fuerza de un ciclón!”. Eso nos cantó y a mí se me pegó la copla.