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Mitos sobre la vacunación

y la resistencia a vacunarse

Fernando J. Ysern Borrás, MD, FAAP

Fernando J. Ysern Borrás, MD, FAAP
Pediatra
Presidente, Capítulo de Puerto Rico
Academia Americana de Pediatría

Un importante reto de los médicos –además del estudio continuo para mantenernos al día– es trasmitir adecuadamente a los pacientes la información sobre su salud para que confíen en las recomendaciones. Los pacientes tienen también, hoy en día, acceso a información digital y mediática que usan también para buscar validar alternativas a la medicina tradicional, dándole a veces el mismo valor a lo anecdótico que a la evidencia científica.

Desarrollo de las vacunas y reacción

El rechazo a las vacunas data desde sus inicios. En 1721, durante la epidemia de viruela en Boston, el Dr. Zabdiel Boylston inoculó a 248 personas por variolización logrando disminuir la mortalidad del 14% al 3% entre los variolizados. A pesar del éxito, hubo protestas e inclusive recibió amenazas de muerte.

El origen de la vacunación se atribuye a Edward Jenner (Inglaterra, 1796). Utilizando el método científico de observar, postular una hipótesis, diseñar un experimento, llevarlo a cabo, analizar los resultados y luego probarlo replicándolo, inoculó a un niño con secreciones de las pústulas de vacas que tenían viruela de vacas (cowpox) y luego volvió a inocularlo con las secreciones de las pústulas de viruela humana (smallpox). Al no contraer el niño la viruela humana probó que este método transmitía inmunidad. A pesar de que en la década siguiente disminuyeron los casos de viruela, también hubo oposición y resistencia. Hoy las vacunas son más seguras y tienen respaldo de evidencia científica robusta y de la vigilancia de organizaciones médicas y autoridades locales e internacionales, que reafirma que los riesgos por no vacunar son extremadamente mayores que los de vacunar. Sin embargo, todavía hay resistencia que no se debe a falta de evidencia científica sobre su seguridad, sino a varios factores, entre ellos la desinformación en medios digitales y mediáticos, y a los mitos que se crean acerca de las vacunas.

Información, difusión y mitos

La evidencia científica reconoce que la vacunación es uno de los avances salubristas más importantes del siglo XX. Por ello, la prensa en general debiera apoyar a promover esta posición, sin descartar que –en su ejercicio investigativo– pueda encontrar hallazgos contrarios a las posiciones establecidas. Pero estos se deben evaluar con evidencia científica y evitando el sensacionalismo. Algo incidental no es una tendencia y una hipótesis no es una realidad. Otra fuente de desconfianza son los mitos que parten de hipótesis que se consideran válidas sin ser aún ciertas. Así ocurre con la correlación entre el autismo y el mercurio del preservante timerosal con la vacuna MMR (sarampión alemán, común y paperas), lo que se postuló a fines de la década de 1990. Sin embargo, cuando este se removió de las vacunas no hubo disminución en los casos de autismo. Esto reforzó la no correlación probada entre el mercurio y el autismo. No obstante, se sigue difundiendo que esta correlación existe y se ha buscado extenderla a otras fuentes de mercurio y metales presentes en las vacunas en cantidades mucho menores que la existente en alimentos que podemos comer a diario. Por otro lado, el estudio fraudulento del inglés Andrew Wakefield con niños autistas que habían recibido la vacuna MMR fue removido de Lancet y él fue suspendido como médico. Esta falsa correlación llevó a muchos a no vacunarse y al resurgimiento del sarampión.

Comentario

Nuestro compromiso como proveedores y promotores de la vacunación hoy en día no es más fácil que cuando esta comenzó. Pero debemos hacerlo para proteger a los pacientes, a su entorno y a las personas inmunodeficientes o que no adquieren inmunidad mediante las vacunas. La forma de protegerlos es mediante “la inmunidad por rebaño”. Nadie debiera padecer una enfermedad prevenible por vacunas ni morir por ella. La vacunación es un evento para toda la vida.