MOTIVANDO
Nuestras creencias
crean nuestro destino
En nuestro cerebro almacenamos miles de horas de experiencias de vida, en las que podemos recordar nuestra familia, los valores bajo los cuales fuimos criados, nuestra escuela, los amigos, las experiencias positivas y negativas. Esto genera creencias que filtran nuestros valores. Según ciertos estudios, producimos 60 mil pensamientos al día, cada uno de los cuales puede utilizar hasta 9 voltios de energía. Esto hace que nuestro cerebro utilice un 20% de toda la energía que usamos al día. Es bueno tener presente que el 90% de nuestros pensamientos diarios son repetitivos, lo que nos lleva a actuar en automático: repitiendo experiencias, estados de ánimo y emociones.
Las creencias generan una actitud, y esta produce un comportamiento, que es la interpretación que cada uno le da a su vida. Hay un mensaje que dice: «No es lo que sucede, es cómo uno interpreta lo que sucede». Así, cuando llueve puede haber 3 distintas reacciones: alegrarnos, entristecernos o permanecer indiferentes. El problema no es la lluvia; es la interpretación que se le dé.
Si nos preguntamos, qué nos impide convertirnos en quienes aspiramos ser o alcanzar las metas y los sueños que deseamos, la respuesta es que, para producir cambios profundos, tenemos que cambiar nuestras creencias: demostrar que podemos cambiar, que somos capaces de transformar los pensamientos que dirigen nuestro comportamiento y nuestros resultados.
Debemos sustituir las creencias negativas que dificultan nuestro crecimiento y cambiar los pensamientos negativos por positivos. Se afirma que, por cada minuto negativo necesitamos 11 minutos positivos para volver a la normalidad. Muchas veces, nos quedamos conectados con experiencias desagradables que se convierten en virus mentales que contaminan nuestra vida y las de quienes nos rodean. Enfoquémonos en nuestras fortalezas y veamos: ¿qué aprender de una adversidad? ¿Cómo cambiar lo negativo? ¿Quién nos podrá ayudar? ¿Qué es lo peor que nos podría pasar si no se solucionara esto? ¿Acaso nos costaría la vida, el matrimonio, el trabajo? Quitémosle fuerza a ese virus. Los pensamientos repetitivos producen un comportamiento que se torna en hábito. La repetición de los hábitos refuerza la conducta. Revisemos qué hábitos nos acercan a las metas y cuáles nos alejan de ellas.
Enfoquémonos en nuestras prioridades, en definir lo importante, lo vital y lo urgente para hoy. Tener un propósito bien definido alimenta nuestra visión para así concentrarnos en las prioridades. Nuestra visión tiene que ser mayor que nuestros errores, que nuestras heridas emocionales y que nuestros fracasos previos. Esto levanta nuestro espíritu para seguir adelante sin que importe la adversidad.
Si nuestra visión es clara, se fortalece la confianza, que surge si se tienen una referencia, una creencia, una experiencia o el conocimiento que genera la verdadera convicción. Es importante alinear la confianza con los conocimientos. Así se puede tomar la iniciativa y proceder con la confianza de saber a dónde vamos, qué queremos alcanzar y por qué. Esto nos ayudará a desarrollar el sentido de realización. Crear un espíritu de esperanza confirma que vamos por el camino correcto y protege nuestra integridad y honestidad, al estar nuestras palabras y pensamientos en armonía con nuestro comportamiento.
Recordemos: lo que se piensa ejerce influencia sobre lo que se escoge. Lo que se escoge define lo que se es. Lo que uno es atrae lo que se tiene. Lo que se tiene es el reflejo de lo que se decide hacer con la vida. Cada uno es el arquitecto y el diseñador de su propio destino.