Monica S Arroyo MS-III Recinto de Ciencias Médicas, UPR
S iempre he estado fascinada con el desarrollo humano. Tuve la oportunidad única de ser la mayor de cinco hermanos. Así presencié como estas bolitas rosadas que llegaban a mi vida estiraban sus brazos hasta que se arrastraban por el piso hacia mí. Decidí completar mi bachillerato en Nueva York y a la vez aprender sobre diferentes culturas. Mi primer empleo fue como maestra para niños con autismo. Inmediatamente, me sentí comprometida con mis estudiantes. Ese año fue uno de retos y satisfacciones. En el verano siguiente, me encargué de uno de estos niños porque su mamá enfermó gravemente. Tuve la oportunidad de conocer de cerca lo que es el diario vivir de una madre que tiene un niño con esta condición. Gracias a esta experiencia, siento mucha admiración por padres de niños con necesidades especiales. Más tarde, trabajé con un grupo de médicos en una clínica de autismo en California y fui en viajes de misión a México. Me enamoré de mi trabajo y decidí estudiar Medicina. Estoy segura de que las experiencias vividas me servirán en mi desarrollo como médico aquí en mi país. Hasta ahora, el camino ha sido fuerte, pero sigo el ejemplo de perseverancia de mis estudiantes y de todas las familias que me han contado sus historias. Al final de un largo día, me acuesto confiada porque ya llevo conmigo la clave del éxito, que es haber encontrado una profesión por la que siento pasión y compromiso.