¿Por qué estudio Medicina?
En esta época de entrevistas, electivas, exámenes, resumés y estrés por la que pasa todo estudiante de Medicina, una de las preguntas más difíciles de contestar es ¿por qué estás aquí?, ¿por qué medicina? Y es que cuando algo te gusta –y te gusta de verdad– explicar por qué lo haces es casi imposible.Es difícil describir la satisfacción que uno siente al ver los ojos de agradecimiento de una madre o la sonrisa de un paciente al oír “Eso tiene solución”. Las “mariposas” que tuve al ver mi primer parto o la emoción que sentí al entrar por primera vez a sala de operaciones, la ansiedad que me dio al coger esa primera sutura, esa primera lágrima que aguanté al darle el pésame a un familiar o esa primera experiencia de cambiarle la vida a un paciente y a mí misma; en fin, ese golpe de adrenalina y satisfacción, todo esto es verdaderamente inexplicable. Sentimientos que motivan, que te hacen crecer, que te hacen un mejor ser humano. Esa necesidad insaciable de interactuar con pacientes, de conocer anécdotas nuevas, historias interesantes y a veces inverosímiles; o la emoción al recibir las gracias, en ocasiones en bolsitas de café o aguacates, que dicen mucho más que un “Estoy agradecido”; o atender a mujeres embarazadas con quienes –aun “con las hormonas a millón”, como coloquialmente decimos– creas un vínculo especial sabiendo que durante 40 semanas compartes el cuidado de la vida de su hijo.
Tal vez no todos lo hacen por vocación o por amor, pero los que sí lo hacemos por eso, por ese sentimiento indescriptible, por esa combinación de satisfacción, de felicidad y de adrenalina que solo la medicina nos da, me entenderán cuando digo que la pregunta más difícil de contestar para mí es: ¿por qué estudio Medicina?