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ARTE

Rafael Tufiño (1922-2008): El pintor del pueblo

Mariana García Benítez

Mariana García Benítez
Periodista de cultura
marianagarciabenitez
@gmail.com

Rafael Tufiño vio a Puerto Rico por primera vez a través de imágenes. Fueron las tarjetas postales, fotografías y recortes de periódicos que su familia -radicada en Brooklyn- le mostró en su niñez, su primer encuentro con el país.

Mudado con su familia a la isla cuando tenía 8 años, Tufiño pudo explorar por sí mismo la tierra nombrada por sus padres. A los 14 años, ingresa al taller de Juan Rosado y es allí donde comienza formalmente su relación con las artes. Luego de cumplir con el servicio militar en Panamá (1943-1945), se traslada a Nueva York, donde abre un taller de rótulos. En 1949, se marcha con varios amigos artistas a México e ingresa más adelante en la Academia de San Carlos. Retorna al Caribe en 1949, casado y con un hijo, y habiendo explorado el óleo, el dibujo en pluma felpa y el aguafuerte.

En 1950, es miembro fundador del Centro de Arte Puertorriqueño (CAP), una entidad gestada por artistas que, como apunta Teresa Tió en el catálogo de la exposición Rafael Tufiño: pintor del pueblo, creaban arte con un propósito específico. “El reclamo de los artistas de afirmar su identidad obedeció a la necesidad de validar las expresiones autóctonas… en un momento crítico en que la esencia de lo puertorriqueño peligraba”. A finales de 1951, Tufiño comenzó a trabajar para la División de Educación de la Comunidad, donde logró tener un sueldo fijo y un espacio de taller. Por más de diez años, el artista congenió con otros creadores en una empresa titánica que aspiró a educar al pueblo sobre temas de salud y ayuda mutua mientras le educaban el ojo con hermosos carteles o grabados.

Observemos con detenimiento una de sus obras más importantes. El imaginario del mural La plena nos refiere a canciones populares con las que, de una manera u otra, hemos tenido contacto. Y si usted y yo, querido lector, tarareamos alguna de las plenas representadas en este mural cuando lo vemos, es porque Tufiño así lo concibió. La obra está hecha para que no olvidemos.

La Plena, 1952 (caseína sobre masonite, 54 15”x30”).

La Plena, 1952 (caseína sobre masonite, 54 15”x30”).
Colección Instituto de Cultura Puertorriqueña.