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Entrevista

Raúl Marcial-Rojas, MD

El Dr. Raúl Marcial-Rojas es de esas personas que siempre tiene vigencia, como su libro de 1970 sobre enfermedades protozoarias y helmínticas que sigue siendo la Biblia sobre ese tema en el mundo. Su vida muestra muchas facetas: estudiante de Medicina, de salud pública, de leyes, profesor, presidente universitario, directivo deportivo, escritor y líder de familia.

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| “Cuando estudié no había escuela de Medicina en Puerto Rico. Los médicos que ejercían acá habían estudiado en Europa, en La Habana o venían de los Estados Unidos. Mi madre era maestra de escuela y mi padre empleado de la Caguas Sugar, pero gracias a una beca pude estudiar en Marquette, Wisconsin. Yo soy de la generación que tiene conciencia del gran cambio de los años 40 en Puerto Rico.” |

¿Regresó inmediatamente luego de sugraduación?

Sí, e hice el internado en el Hospital Municipal. Allí, hice la residencia de Patología combinada con Boston y con la Escuela de Medicina Tropical, lugar donde empezó la Escuela de Medicina en 1950. Mi formación profesional la ampliaría muchos años más tarde estudiando Administración en Salud Pública y Leyes.

¿Al terminar su especialidad continuó como profesor?

Hasta 1996, trabajé a tiempo completo en la academia: fueron casi 30 años en la UPR hasta 1978 y, luego, 18 años en la UCC. Me fui de la UPR porque estábamos un poco decepcionados con la politiquería en la universidad, lo que los inspectores de las agencias acreditadotas llamaban el “yo-yo game”, de cambiar a las personas según quien ganaba las elecciones. Eso es fatal en una administración.

¿Además de la cátedra de Patología, tuvo actividad en el hospital del cáncer?

Una institución a la que he tenido un cariño especial fue el Hospital Oncológico, donde fui patólogo por muchos años hasta que surgieron problemas hacia la facultad médica, por lo que muchos médicos nos fuimos y dejamos una demanda como cuestión de principio. Inclusive, cuando ganamos le dijimos al juez que solo queríamos demostrar que teníamos razón y simbólicamente se pidió una compensación de un dólar.

¿Pero las satisfacciones como profesor fueron grandes…?

Al programa de residencia de Patología inclusive venían médicos de toda Latinoamérica y España. Hace poco, estuve en Barcelona y Madrid con dos jefes de importantes departamentos que habían sido mis alumnos. En 1961, fundé el Instituto de Medicina Legal. Nos dieron un local “provisional” por más de 20 años… Logramos una residencia de patología forense que se perdió cuando me fui, pero que ahora se está recuperando. Ahora, voy dos días a la semana con la condición de no ver nada de administración y con carácter de honorario.

¿Dejó la UPR y fue a Cayey?decano.jpg

Mira que yo nací en Cayey… En la Escuela de Medicina en Cayey, hoy Universidad Central del Caribe, organicé el departamento de Patología. Pero a los 7 meses me ofrecieron el decanato y, casi al mismo tiempo, me pusieron de presidente. Desarrollamos tanto que nos mudamos a un terreno que nos cedió el Gobierno, junto al Hospital Regional de Bayamón. Todo iba muy bien. Pero al afectarse el programa de médicos graduados con la reforma, y luego con el deterioro en Salud, todo se complicó. Lo de Bayamón se destruyó; en el hospital ya prácticamente no hay camas, ahora hay un desastre.

¿Y eso viene desde la reforma…?

Teníamos un sistema de salud que había desarrollado el Dr. Guillermo Arbona, sobre el concepto de la regionalización, donde había orden y se daba servicio a pacientes indigentes. Luego, se dio una ley para que los pacientes con planes médicos pagaran y eso fortaleció más el sistema. Pero hubo problemas y también presiones para cambiar el sistema, como en los Estados Unidos, donde la salud capta una cantidad de dinero extraordinaria pero con estadísticas que no son mejores que otros que gastan menos. Allí están envueltos los grupos de presión, mucha energía se va en defender cuánto me toca a mí y cuánto a ti. Lamentablemente, la ley de la reforma no contempló el tema de la educación médica graduada en Puerto Rico. Yo expuse en la legislatura y hablé claramente de una omisión subsanable, que había que poner en la ley que todas las escuelas de Medicina acreditadas pudieran usar los hospitales del Gobierno y que este ayudara. Perdí. Faltaron dos votos en la cámara, el proyecto se archivó y fue una oportunidad pérdida que afectó el desarrollo médico. Se destruyó mucho de lo que se tenía en educación médica graduada. Los hospitales pasaron a la empresa privada que no tiene interés en añadir educación a un hospital ya que eso aumenta el presupuesto del 30 al 40%. Simultáneamente, empezó a surgir el miedo a las demandas.

¿Pero la esperanza no se pierde?

Yo había presentado el proyecto para los centros médicos académicos regionales desde 1988, ¡hace 20 años! El concepto de centro médico académico con residencias acreditadas ha existido hace mucho tiempo pero acá se perdió. Es lo tradicional y se ve en los Estados Unidos y otras partes del mundo. Mi discurso de incorporación a la academia de artes y ciencias se ocupó de eso. Ahora, finalmente, se aprobó la nueva ley del 2006 y que empieza a funcionar en agosto del 2009.

Veo que ese tema lo apasiona…

Es que el sistema tiene que seguir funcionando y, sin especialistas, ¡simplemente no funciona! Un estudio estableció que el mejor estudiante de la mejor escuela de Medicina al graduarse solo está capacitado para trabajar con supervisión de 3 a 7 años en un área de la medicina. La explosión del conocimiento es tan grande que es necesario hacerse responsablemente de una especialidad.

La política también complicó el tema de regulación profesional; por una enmienda se le dio autoridad al Tribunal Examinador de Médicos para acreditar las escuelas extranjeras. Yo me opuse en la legislatura y se podía predecir los problemas que hemos visto ahora en el TEM.

Acá, a nivel primario, algunos médicos venían de escuelas de Medicina de dudosa reputación que no tenían internado o entrenamiento, de acuerdo con los estándares de la educación médica. Ahora un alto porcentaje de nuestros médicos son generalistas, que no es lo mismo que primarios. Yo he criticado este doble estándar de la educación médica en Puerto Rico. Este es un punto bien importante, el médico primario es el que ve al paciente por primera vez y es el portal de entrada al sistema de salud a nivel primario. En los Estados Unidos, cuando yo estudié, había muchos generalistas, ahora no, pues pasan a especialidades y, dentro de esas especialidades, hay muchos primarios que son verdaderamente especialistas: los pediatras, internistas, ginecólogos, médicos de familia.

| “Yo creo que cualquiera sea el futuro político de PR debemos mantener la relación con las escuelas americanas que es muy provechosa para los maestros y estudiantes.” |

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Resumiendo: ¿Cuáles serían sus principales satisfacciones profesionales?

El desarrollo de una escuela de Medicina como la Universidad Central del Caribe, el desarrollo del un departamento de patología como en la UPR y la creación del Instituto de Ciencias Forenses.

Y dentro de las muchas cosas extramédicas que ha desarrollado, ¿cuál sería su mayor logro?

Mi familia, formada con mi compañera de la vida, Alodia, y con quien cumplo el próximo año 60 años de casado, al igual que de médico. Muy vinculado a la familia está el tema de la natación. Estuve 15 años como director técnico y presidente de la Federación de Natación, me eché encima el desarrollo de la federación. Es que tenía cuatro hijos que nadaban y entonces yo me metí, primero como delegado de un club y luego me quedé corriendo la federación como presidente. Llegamos a organizar unos juegos del Caribe. Para los muchachos el deporte es básico, los cansa y llegan a la casa a estudiar, y así se disciplinan. Dediqué mucho tiempo a eso y Puerto Rico tuvo muchos éxitos en esa época.

¿Qué proyecto lo tiene ocupado ahora?

Ahora quiero escribir algo de la parte histórica de todas estas cosas que han pasado. Es bueno tener presente lo que ha ocurrido para sacar provecho de las experiencias. Siempre me estuve preparando para servir mejor y he tratado de inculcarle eso a mis hijos, a mis alumnos, a la gente que tengo y he tenido cerca.