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Siendo un triunfador destinado a ganar
Cada uno da forma a su vida y a su futuro según la manera como vive. Las palabras que uno pronuncia, los pensamientos que uno genera, los alimentos que uno come y las acciones que cada uno emprende definen nuestro destino, dan forma a lo que cada uno es y en lo que se convertirá.
Quienes triunfan están enamorados de su visión, de sus metas, de sus sueños y de su propósito. Ellos tienen grabados los sueños en el corazón, los hacen realidad en su interior y están decididos a pagar el precio del éxito, que se paga al contado y trabajando. Los triunfadores se enfocan en convertir sus metas en realidad, en convertir lo invisible en visible, lo difícil en fácil y lo imposible en posible. Son personas que no se rinden, que saben que las excusas satisfacen solamente al que las da y debilitan el carácter del que las acepta. Son personas que están dispuesto a servir, a inspirar y a motivar a otros porque saben que su legado facilitará que otros puedan crecer junto a ellos.
A un triunfador le apasiona lo que hace y está comprometido con su trabajo, con su negocio, con su familia y con sus relaciones, vive cada día con intensidad, con entusiasmo, con alegría y se enfoca en sus metas sin importar los nubarrones y las tormentas económicas, políticas y sociales.
Hay triunfadores que son modelos y de quienes podemos aprender observando cómo piensan, cómo hablan, cómo tratan a la gente, cómo se organizan y cómo resuelven las situaciones difíciles. Al reconocer a personas buenas y triunfadoras podremos ser más fuertes y caminar con más seguridad para llegar más rápido a nuestro destino. Si los criticamos o rechazamos, no aprenderemos de sus experiencias, de sus conocimientos ni de su determinación.
Los triunfadores aceptan el cambio ya que en él hay oportunidades, hay crecimiento y expansión de la visión y del propósito que se tiene. La historia nos demuestra que en los últimos 50 años hemos crecido mucho más que en los 1900 años previos, gracias a que hubo triunfadores que perseveraron y desarrollaron técnicas para facilitarnos la vida, medicinas para combatir enfermedades, medios de transporte para acortar distancias y tecnologías para comunicarnos más rápido. No hay duda de que somos una generación privilegiada ya que podemos disfrutar de miles de adelantos e inventos de muchos triunfadores que en los últimos dos siglos se dedicaron a trabajar para dejar un mundo mejor que el que conocieron y con una calidad de vida mayor.
Al hacer un inventario de las bendiciones que tenemos, de lo que hemos logrado y de lo que aún nos falta alcanzar, nos podremos convertir en modelos, agentes de cambios y en facilitadores de otros para así tornarnos en triunfadores. Por eso debemos apoyarnos mutuamente, como en el siguiente ejemplo de una competencia deportiva de personas discapacitadas: 9 participantes con incapacidad mental se alinearon en la salida de una carrera con el deseo de ganar. Uno de ellos tropezó, cayó y comenzó a llorar. Al escuchar el llanto, los otros 8 miraron hacia atrás, vieron al joven en el suelo y regresaron todos. Uno de ellos –con síndrome de Down– se arrodilló, le dio un beso y le dijo: «Listo, ahora vas a ganar». Y así los 9 entrelazaron los brazos y caminaron juntos hasta la meta. El estadio entero se puso de pie, todos aplaudieron y en ese momento no hubo un solo par de ojos secos.
En el fondo, lo que importa en la vida, más que ganar, es ayudar a los demás a vencer, aunque ello lleve a disminuir el paso y cambiar el rumbo. Porque el verdadero sentido de la vida es que ganemos todos juntos –no cada uno en forma individual– marcando así la diferencia.