Síndrome compartimental
El paciente AN, de 46 años de edad, con antecedentes de buena salud, es traído al cuerpo de guardia por su esposa. Sufrió una fractura cerrada de peroné en la pierna derecha hace 9 días, para la que fue enyesado y tratado con analgésicos. Fue dado de alta el mismo día, pendiente de consulta.
Los tres primeros días evolucionó bien y regresó a su trabajo de programador de computadoras, pero pronto comenzó a sentir un dolor intenso en la cara lateral externa y en la zona posterior de la pierna enyesada, que no se alivió con ningún analgésico y que en este momento se le hace insoportable, al extremo de presentar palidez facial, sudores profusos, taquicardia y episodios de desvanecimiento. No se encuentran pulsos en el pie derecho. Se retira de inmediato el yeso de la pierna y se diagnostica un síndrome compartimental evolucionando en la misma, lo que obliga a llevar al paciente al quirófano para realizar una fasciotomía de urgencia.
¿Qué es un síndrome compartimental? Se denomina síndrome compartimental al aumento de la presión tisular dentro de un compartimiento aponeurótico cerrado, hecho que va a determinar una isquemia tisular. Se describe como una cascada de acontecimientos que tiende a perpetuarse. Comienza con el edema tisular y/o un hematoma dentro de un compartimiento aponeurótico donde hay muy poco espacio para la expansión tisular, lo que aumenta la presión intersticial. Cuando la presión dentro del compartimiento aponeurótico supera los 8 mm de Hg, la perfusión tisular comienza a disminuir y termina por interrumpirse, lo que lleva a que la isquemia tisular produzca más edema y se establezca así un círculo vicioso.
Si la isquemia sigue progresando, el músculo se necrosa, lo que lleva a la rabdomiolisis con hiperpotasemia y abre la puerta a las infecciones locales. De continuar el proceso, se pone rápidamente en peligro el miembro y el shock séptico subsiguiente pone en peligro la vida del paciente. El síndrome compartimental se desarrolla fundamentalmente en las extremidades (piernas y antebrazos), pero se han descrito algunos casos en la parte superior del brazo, los glúteos y el abdomen.
Se han señalado como factores etiológicos comunes las fracturas, los escayolados apretados, las contusiones o lesiones por aplastamiento y las lesiones por reperfusión después de la reparación de una lesión vascular. Más raras son las quemaduras, los esfuerzos desproporcionados, las sobredosis de drogas, las mordeduras de serpientes y las malas posturas durante un coma.
El síntoma más temprano e importante es el dolor intenso y desproporcionado con respecto a la lesión inicial. Se observan también parestesias, parálisis musculares, palidez cutánea y ausencia de pulsos (signo ominoso). El tratamiento es quirúrgico, de prevención de la gangrena y el shock séptico y de sostén. Estos casos constituyen una urgencia médica, y el tratamiento debe ser implementado por especialistas calificados.