Síndrome similar a polio
(Polio-like syndrome, mielitis fláccida aguda, MFA, AFM)
El Centers for Disease, Control and Prevention (CDC) de los Estados Unidos hizo público en 2018 un informe alertando que durante el quinquenio 2013-2018 se había observado en la población infantil un incremento estadísticamente significativo de una condición neurológica poco común, pero de mucha seriedad clínica, que afecta la materia gris de la médula espinal, que produce una ostensible disminución de los reflejos motores osteotendinosos y propioceptivos, unida a la pérdida, de moderada a muy severa, del tono y la fuerza muscular, incluyendo los músculos de las extremidades y los respiratorios –diafragma e intercostales–, acompañada inicialmente de dolor muscular difuso que luego desaparece progresivamente, incluso sin analgésicos.
La sintomatología de esta rara condición neurológica la hacía aparecer como muy semejante, casi idéntica, a la poliomielitis clásica y, por esa razón, se le denominó Polio-like syndrome. La prevalencia es de aproximadamente de 2 a 5 casos por cada millón de niños, pero tiende a duplicarse año a año. Lo que hace atípico el MFA es que todos los casos, sin excepción, presentan pruebas negativas a la presencia de poliovirus. En otras palabras, aunque con una sintomatología de gran semejanza, estos enfermos no son portadores de poliomielitis aguda. La gran mayoría de los pacientes suelen presentar, antes del desarrollo del síndrome, una enfermedad respiratoria alta viral ligera o moderada.
Otros síntomas presentes en estos pacientes son la debilidad en los músculos de la cara con cambios evidentes en la expresión facial (facial droop), la dificultad para mover los ojos con o sin estrabismo posterior, la caída de los párpados (facies miastenoide) y los problemas más o menos severos para tragar eficazmente y hablar. Otros pares craneales pueden sufrir parálisis en algunos casos. Las dificultades para orinar o la ineficacia esfinteriana no son frecuentes, pero pueden ocurrir.
En algunos pacientes las debilidades y la parálisis son solo regionales: un brazo, una pierna, las cuerdas vocales, etc., lo que dificulta el diagnóstico clínico. La conciencia y la relación con el medio ambiente permanecen intactas. La edad promedio de los afectados es de 4 años, pero se han reportado algunos casos en adolescentes. La enfermedad no es aún de declaración obligatoria, pero esta se solicita de ser posible. La condición suele presentarse entre los meses de agosto y octubre (ondas estacionales).
El diagnóstico diferencial se hace con la poliomielitis clásica, la mielitis transversa, el síndrome de Guillain-Barre y otras condiciones neurológicas poco comunes. El estudio del líquido cefalorraquídeo (pleocitosis), las imágenes de resonancia magnética del cerebro y de la médula espinal, y las pruebas de velocidad de la conducción nerviosa pueden ser de utilidad en el diagnóstico, pero un examen clínico correcto y el descarte virológico de la infección poliomielítica son fundamentales.
La condición se ha asociado con los enterovirus A71 y D68, el coxsackievirus A16 y, en menor medida, con el virus del Oeste del Nilo (West Nile virus) pero ninguno ha demostrado ser el agente causal definitivo. Se ha invocado también una respuesta inmunológica descontrolada, y focalizada, ante agentes infecciosos comunes. El tratamiento es sintomático y debe ser controlado por los pediatras, neurólogos y emergenciólogos especializados en insuficiencias respiratorias agudas en el infante. La ventilación mecánica y los cuidados intensivos adecuados son fundamentales.
El pronóstico a largo plazo es bueno si no hay complicaciones graves ni ocurren secuelas permanentes en el periodo agudo de parálisis respiratoria. La fisioterapia posterior es de suma importancia. No se conoce un método preventivo específico, salvo evitar la picadura de los mosquitos que transmiten el virus de la Fiebre del Oeste del Nilo y las medidas de higiene y aislamiento habituales.