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Temas de Interés / Arte

Tamara de Lempicka

La elegancia frívola del art déco

Jesús María del Rincón

Jesús María del Rincón
Retratista
delrinconportrais@gmail.com
www.delrinconportraits.com

Llovía torrencialmente en Manhattan y me hallaba sentado en un taxi, esperando que cambiara la luz del semáforo, cuando de súbito se abrió la puerta del vehículo y una dama se introdujo abruptamente en él. Luego me dijo: “Soy la baronesa Tamara de Lempicka, y seguro que un caballero como usted me llevará primero a mi destino y luego seguirá al suyo”.

Del Rincón: Será un honor para mí acompañar a tan destacada intrusa, ¡ejem! perdón, pintora, pilar indiscutible del art déco y del jet set. ¿Pero no se supone que usted falleció hace muchos años? Tamara: Pamplinas, uno muere cuando cae en el olvido, y a mí se me recuerda todavía.

Del Rincón: Se dice que su vida fue fascinante… Tamara: Nací en Polonia en 1898 de padre ruso judío y madre polaca. Estudié interna en Suiza y pasé un verano con mi abuela en la Riviera francesa. Tras el divorcio de mis padres fui a vivir con mi tía Stefa a San Petersburgo. Allí conocí al que sería mi marido, Tadeusz Lempicki, quien estuvo preso durante la revolución bolchevique y a quien, con la ayuda del cónsul sueco, pude liberar. Dinamarca, Inglaterra y Francia fueron nuestros destinos. En París nos acogió nuestra familia, que había logrado escapar de Rusia.

Del Rincón: ¿Cómo fue París en la década de 1920? Tamara: Al inicio vivimos de la venta de nuestras joyas y luego de mis pinturas. Allí nació nuestra hija Kizzette, pero yo no estaba cortada para ser madre. La vida bohemia me sedujo. Conocí a Picasso, Cocteau y muchas luminarias. La libertad sexual de París era conducente a mi bisexualidad. Mi marido no soportó mis andanzas; acabamos divorciados en1931.

Del Rincón: ¿Cómo fue la relación con su hija? Tamara: Mi pequeña Kizzette, un ángel maravilloso; lamento no haberle dedicado más tiempo. La puse en un internado, y a veces vivía con su abuela Malvina. La retraté muchas veces para tenerla cerca de mí aunque fuera solo en pintura.

Del Rincón: ¿Y el título de baronesa? Tamara: El barón Raoul Kuffner fue a mi estudio de París para comisionarme un retrato de su amante, y me prefirió. Con él fui a los Estados Unidos. Tuve una exposición en Pittsburg, donde vendí casi todo, pero lo perdí pues el banco donde deposité el dinero quebró en el derrumbe bursátil de 1929. Siguió la Gran Depresión, aunque no me afectó mucho pues pinté al Rey de España, entre otros clientes. Al final, me casé con el Barón en Zúrich; el título de baronesa me abrió muchas puertas en los Estados Unidos. La Segunda Guerra Mundial estaba al caer y convencí a mi esposo de vender todo y poner el dinero en Suiza.

Del Rincón: ¿Cómo acabó en Cuernavaca? Tamara: En 1961, al fallecer mi marido, liquidé mis pertenencias y di tres vueltas al mundo en barco. Elegí Cuernavaca, pues era el lugar de retiro de la gente acaudalada. Mi hija me cuidó hasta que fallecí mientras dormía, en 1980. Mis cenizas se esparcieron en el volcán Popocateptl.

De repente observé que el taxi no se había movido de sitio durante todo ese tiempo y, el chófer, tras escuchar pacientemente nuestro vous parlez, acabó diciendo sarcásticamente: “Cuando terminen de hablar me dicen dónde quieren que les lleve”.

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