Temas de Interés / ARTE
Verónica
Un retrato vivo y único en la historia de la humanidad
Me había acostado temprano esa noche y, ya en el ensueño, observé, aunque borroso, un rostro de mujer relativamente joven que emanaba una paz indescriptible. En un lenguaje mental le pregunté quién era, y me contestó que se la conocía con varios nombres, Verónica, Bernique, Veredice y la Hemorrroísa. A partir de ahí, esta fue nuestra conversación:Del Rincón: ¿Me quiere decir que es usted la Verónica de la Pasión de Cristo? Verónica: Sí, la misma. Vi venir al Cristo cargando una cruz y me abrí paso entre la muchedumbre vociferante para llegar a Él; mas al tenerle frente a frente, la experiencia fue inenarrable, imposible de explicar con palabras. Me conmovió la faz de aquel hombre, el Salvador, ensangrentada y sucia de barro y escupitajos, que a la vez contenía una mirada de amor, paz y perdón.
Del Rincón: ¿Es cierto que usted ofreció al Maestro el paño que cubría su cabeza para que se enjugara el rostro? Verónica: Así fue; el camino del calvario era largo y el cuerpo exhausto de Jesús apenas podía cargar un pesado madero sobre el que sería sacrificado. El vulgo me increpaba, me empujaba y profería insultos contra mí al ver que me quitaba el paño de mi cabeza y se lo ofrecía a Jesús. Él lo tomó en sus manos, se limpió la cara y me lo devolvió con un gesto de agradecimiento que tocó mi alma. Luego levantó la cruz nuevamente con su hombro y prosiguió lentamente hacia el monte Gólgota.
Del Rincón: ¿Qué sucedió después? Verónica: Al mirar el paño no podía dar crédito a mis ojos; el rostro del Maestro había quedado plasmado sobre el níveo lienzo. Lo doblé en cuatro partes y lo guardé cuidadosamente, a sabiendas de que había sido protagonista y a la vez testigo de un hecho milagroso.
Del Rincón: La Iglesia Católica, por este hecho, la nombró santa y en el Vía Crucis aparece su experiencia en la sexta estación. Verónica: El máximo honor me lo confirió el Maestro, al hacerme depositaria de su santa imagen.
Del Rincón: Se dice que usted era prima de San Juan Bautista y que recogió su sangre al ser decapitado. Verónica: Mi generación fue testigo de hechos singulares, realizados por gente maravillosa. Los demás fuimos comparsa de ellos y actuamos de acuerdo a nuestro guión en el teatro del mundo.
Del Rincón: Su nombre no aparece en los Evangelios canónicos, aunque el Evangelio apócrifo de Nicodemo narra su experiencia y la identifica con la Hemorroísa del Evangelio de San Mateo. Verónica: Sí, lo conozco de memoria: “Y una mujer, llamada Verónica, dijo: ‘Doce años venía afligiéndome un flujo de sangre y, con solo tocar el borde de su vestido, el flujo se detuvo en el mismo momento”.
Tras concluir nuestra conversación, caí dormido profundamente y me desperté al día siguiente con un sentimiento de paz y felicidad que nunca antes había experimentado.